—¡Qué horror!
Grita Miguel desde su cuarto, caminando de un lado a otro, hablando con el conejo de trapo. Por fin ha perdido la cordura. Necesita decirlo, a alguien, no sabe si está bien decirle a sus amigos o a su familia. Pero si les dice cada quien le dirá un punto de vista diferente, su cabeza se confundirá más, por no saber que está bien o mal. Explotará. Ni decir de Internet, no siempre tiene todas las respuestas, ni mucho menos los libros, mangas, ni el anime. Coloca su conejo de trapo en la cama, sentadito. Miguel imagina que aquel juguete es un sabio peluche que puede escuchar lo que sea.
— Qué pena. Quiero vomitar, en el buen sentido. Me siento mal, pero bien. ¡Me encanta Rosalinda! ¿Cómo paso? ¡Santa madre de Dios! ¡Santo Benito Juárez!... ¡Ni si quiera Juárez es un Santo! ¿Acaso me he vuelto loco? —Miguel respira, exhala, respira, agita la cabeza. Se da golpecitos en las mejillas—. Hablo con un conejo de trapo viejo, eso debe responder mi duda... ¿Por qué me siento así?
Hace tanto ruido que sus hermanos desde abajo lo pueden escuchar. Pero Miguel habla tan rápido no se le entiende lo que dice.
— ¿Por qué me besó? Fue un beso... ¿Francés? ¡Oh por Dios! ¡Lo peor de todo es que me gustó!
Se deja caer a la cama, gira a la derecha, luego a la izquierda, terminando en el suelo. No le dolió mucho, es más, sigue girando hasta chocar con la puerta. Se calma un poco...
— Es-estoy exagerando las cosas... es-es normal... —se sienta cruzando las piernas y recargándose en la puerta, con la vista en el conejo—. ¿Normal? ¿Acaso los amigos se dan besos en la boca? Ya no sé qué me pasa... ¡Tengo ganas de fumar! No debí hacerlo. Yo de estúpido "¡Claro, será una vez!"
Se imita a si mismo haciendo una voz boba, el mismo se dice bobo. Se regaña una y otra vez, se cuestiona, habla tan rápido que es difícil describir lo que piensa.
—¿Entonces le gusto? —se tira al suelo esperando una respuesta divina.
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Al día siguiente, Miguel amaneció con una mala pinta, ahora sí parece todo un emo, con todo y ojeras.
— Te ves fatal —comenta Beto.
— ¿Te encuentras bien? —Diana ahora si muestra preocupación por primera vez. Miguel realmente se ve horrible, tanto que sus padres se asustan al verlo.
— No dormí bien.
Para no sentirse indecente, trató de no dormir por miedo a soñar cosas pervertidas con Rosalinda. Ya de por si se siente muy mal por el beso.
— ¿Seguro que estarás bien? —Ximena lo revisa para ver si no tiene fiebre.
— Estoy en la etapa donde los adolescentes se vuelven dramáticos por todo. Ni menos, ni más.
— Miguel, ¿me prestas tu chaqueta de cuero? Es para una cita de hoy, y quiero verme sensual —dice Jorge guiñándole un ojo.
— Lo siento, lo deje en casa de don Francisco —contesta Miguel con un leve sonrojo.
— Aparte se te olvida las cosas.
— En primer lugar, no tienes permiso de ir a ninguna cita, Jorge. Tus calificaciones son pésimas—lo regaña Alonso.
— ¿Por qué no entiendo nada? —se queja Miguel.
— ¿Eh? —se confunde Alonso—. ¿De qué hablas?
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Corazón de Ángel
Genç KurguSer adoptado no es un crimen, tampoco ser otaku, ni tartamudear, ni mucho menos tener cicatrices. Aún así, es ignorado por medio mundo, pero es algo muy normal para Miguel Ángel. Sin embargo, dejará de ser invisible cuando se convierte en víctima d...