Las cosas estaban tal cual la última vez. Pereciera que nadie se hubiese metido en su cuarto desde que ella se había ido.
Soltó la maleta a un lado de la capa y se tiró en ella. Sujetó la capa de Snape, que aún tenía puesta, ocupándola como manta. La verdad es que nu era muy difícil, ya que era muy grande.
Eran las seis de la mañana y sus ojos le pesaban más de una tonelada cada uno. Si bien en cierto había dormido en el tren, no fue más de media hora. Emma necesitaba echar una dormida antes del banquete de inicio de curso. Tiró un poco de su nueva manta y dormir con ella entre las manos.
. . . .
De camino al comedor, ya más despierta, Emma se fijó en el húmedo clima que envolvía el ambiente. Miró por una de las ventanas del colegio. Por afuera caían litros y litros de agua cristalina, corrían un viento de mil demonios y de vez en cuando se oía algún relámpago. Si que debían de estar pasándolo mal los de primero mientras atravesaban el lago. Sería un milagro si no se ahogaban.
Las puertas del comedor ya estaban abiertas y con algunos muy mojados alumnos. Habían chasquidos de agua por todas partes, así que Emma tuvo que hacer ahínco para no caer.
Se sentó en la mesa de profesores. Habían tan sólo siete profesores, pero entre ellos no estaba Snape.
Sin darse cuanta, más y más estudiantes llegaban, unos más mojados que otros, alegando contra Peeves (el poltergeist) que les estaba armando un alboroto en el pasillo con unas bombas de agua.
Todos los profesores tomaron su lugar en las sillas, pero esta vez, Emma se sentó junto a una silla vacía y Minerva. Se preguntó a quien pertenecería el puesto.
Debajo de la puerta, encabezado por McGonagall, un grupo de niños de primero (mojados de punta a punta) se dirigía por el pasillo central para el inicio de la Ceremonia de Selección.
La profesora McGonagall instaló en banco frente a la mesa de los profesores, posesionando el sombrero seleccionador encima.
—¡Silencio!—pidió al comedor—¡La Ceremonia va a comenzar!
Y sin darse cuenta, el sombrero había empezado a cantar.
Había entonces cuatro magos de fama
de los que la memoria los nombres guarda:
El valeroso Gryffindor venía del páramo;
el bello Ravenclaw, de la cañada;
del ancho valle procedía Hufflepuff el suave, y el astuto Slytherin, de los pantanos.Compartían un deseo, una esperanza, un sueño: idearon de común acuerdo un atrevido plan
para educar jóvenes brujos.
Así nació Hogwarts, este colegio.Luego, cada uno de aquellos fundadores fundó una casa diferente
para los diferentes caracteres
de su alumnado.Para Gryffindor
el valor era lo mejor; para Ravenclaw,
la inteligencia.Para Hufflepuff el mayor mérito de todos era romperse los codos.
El ambicioso Slytherin
ambicionaba alumnos ambiciosos.Estando aún con vida
se repartieron a cuantos venían,
pero ¿cómo seguir escogiendo
cuando estuvieran muertos y en el hoyo?
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III. Encantamiento en blanco y negro
FanfictionTercera parte de Encantamiento de iridiscencia