Ya está. Lo había besado. Se había declarado.
Caminaron hasta el cuarto de ella tomados de las manos. De su bolsillo sacó una cajita negra.
—Es para ti—dijo Snape, entregándosela.
Emma la tomó y la abrió. Dentro había un collar muy delicado. Era muy bonito.
—Gracias—respondió Emma, sonriendo—. Muchas gracias, no debiste molestarte.
—Por esto llegué tarde al baile...Valió la pena.
—Es hermoso.
—Me alegro que te gustara.
Emma de pronto miró al cielo. Luna llena.
—Deberías irte—le advirtió ella—. No quisiera hacerte daño.
—Si tomas tu medicina no debería haber problema.
—Lo sé, pero por si las dudas...
Severus suspiró.
—Buenas noches, Emma.
—Que duermas bien, Severus.
Emma se acercó para darle un beso en la mejilla. Estaban frías, seguramente por las bajas temperaturas. Severus la miró una última vez y desapareció por el pasillo oscuro.
Pasaron los días y Emma notó que Severus la evitaba. Eso era muy extraño. ¿Que no apenas ayer la estaba besando y hoy no la miraba? ¿Qué habrá sucedido en su mente? Todos esos pensamientos se fueron cuando Harry fue con ella.
—Sirius escribió.
—¿Y qué te dijo?
—Tiene que hablar contigo con urgencia.
—¿Nos encontraremos?
—No lo sé, sólo dijo eso.
Ahora su mente estaba en lo que Sirius le tenía que decir con tanta urgencia.
Para despejarse de todo, caminó hacia el bosque descalza, bajo la mirada del viento y las grises nubes. Se sentó en el tronco de un sauce y dejó a su mente volar. No pensó en nada ni en nadie, limitándose a observar cada piedra a su alrededor. Era lindo dejarse llevar por la nada, relajar los músculos, detener el tiempo. Sin siquiera sospecharlo, cayó en un profundo sueño.
Al despertar, tenía lágrimas en los ojos y un sentimiento de angustia muy grande. Ya era de noche y no sabía si aún estaba dentro de su sueño o era la realidad.
El mismo sentimiento la persiguió por los siguientes días, que no fueron mejore que los anteriores. No recordaba qué había soñado con exactitud esa vez, o si había soñado. Su amargura se acrecentó más cuando Harry le comentó en reemplazo de Hagrid por una maestra estirada.
—¿Y me dices que nadie sabe qué tiene?
—No, no me quieren decir.
—Le preguntaré a Dumbledore—afirmó Emma.
—Espero que no sea un cambio permanente—dijo Harry cabizbajo—. Es cierto que sus clases no eran las mejores, pero...
—No te preocupes—le sonrió su madrina—, estoy segura que Hagrid está bien.
—No puedo creer que lo descalifiquen tanto por tener sangre de gigante.
—Los gigantes hicieron cosas muy malas, Harry, y muchos de ellos se unieron a las filas de Voldemort.
—Pero Hagrid no.
Emma, decidida a averiguar lo que sucedía, se dirigió a la cabaña del semi-gigante, pero nadie la abrió y las luces estaban apagadas en su totalidad. Lo único que se escuchaba eran los lamentos de Fang. "Pobre perro", pensaba Emma. No tenía más alternativa que irse, ya había insistido mucho en que le abrieran la puerta.
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III. Encantamiento en blanco y negro
FanfictionTercera parte de Encantamiento de iridiscencia