Pasillos

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La mañana estaba soleada, el sol brillante y el aire fresco. Emma respiró profundo y salió al pasillo. Tomó desayuno como de costumbre: avena, fruta y jugo.

Ya las clases habían comenzado y los estudiantes estaban atareados con deberes que múltiples asignaturas. La mayoría de ellos estaba, para preocupación de ella, enojados de una u otra forma con Harry. No creían su versión de que no había puesto su nombre en el cáliz. Lo trataban de mentiroso y le gritaban a mitad de pasillo, o simplemente no lo miraban a los ojos. Eso le partía el alma a Emma. Para colmo, según Harry le había contado el día después del anuncio de los campeones, Ron estaba molesto con él por no contarle que "había puesto su nombre". Eso desconsolaba a Emma más que nada, porque Ron era el mejor amigo de Harry. Y si tu mejor a migo no te apoya, ¿quién lo hará? Por supuesto que tenía a Hermione, pero se nota cuanto falta esa parte de ti.

Sirius envió una carta al día siguiente de la ceremonia, como respuesta a la carta del mismo Harry, más o menos felicitándolo y pidiéndole que estuviese en alerta siempre. Recalcó que ahora más que nunca era de vital importancia que le escribiera sobre todo lo que pasase. De hecho, le dijo que se hablarían cara a cara a través de la chimenea de la sala común de Gryffindor, a la que Emma asistiría sin duda. Sería un encuentro a media noche. Así sería más sencillo asegurarse de que nadie los oyera.

Caminó derecho hasta el despacho de Dumbledore. Había llegado el momento de decirle.

Tocó la puerta luego de que hubo subido la escalera de hipogrifo. La madera se movió y dejó a la vista muchos libros que flotaban por distintas partes de la habitación, sobre las cabezas de quienes parecían discutir fuertemente.

—Esto es inaceptable, Dumbledore—reclamaba Karkarov.

—Entiendo tu desconcierto, Igor, mas el cáliz ha elegido.

—Dumbledore está en lo correcto—intervino Ludo—. No se puede hacer nada.

—¡Exijo que expulses al muchacho!—volvió a alegar Karkarov.

—¿Porque su nombre salió sorteados dentro de los campeones?—preguntó Albus pacientemente.

Emma estaba medio escondida detrás de la puerta. Sabía que no debería escuchar aquella conversación, pero el hecho de que involucrara a Harry le incumbía.

—¡Ha hechizado la copa!

—No podría aunque le enseñase.

—Disculpen la interrupción, pero creo que tenemos una invitada.

La puerta de abrió más, haciendo que Emma apareciera dentro del cuadro visual de todos. Se hizo un poco para atrás.

—Profesora—saludó Dumbledore tratando de parecer contento, ya que claramente la conversación en la que estaba no era agradable, menos aun si no era la primera vez que se argumentaba—. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Yo venía a hablar con usted. Si no es el momento, yo....

—Nada de eso—la interrumpió el director—. Con los caballeros presentes ya estamos a punto de terminar. Si me hace el favor de esperar tan sólo unos minutos afuera.

—Sí, por supuesto.

Cerró la puerta detrás de ella. Se sentó en una banca de piedra que estaba juntamente para personas como ella en esa situación. ¿Seguían todavía con la discusión del cáliz? Se notaba que no se tragarían con facilidad eso de que la copa eligiera a Harry.

Pasaron varios minutos, que parecieron horas, hasta que se volvió a abrir la puerta. Igor y el señor Crouch salieron casi disparados, sin ni siquiera detenerse para saludarla o hacer un gesto de cabeza.

III. Encantamiento en blanco y negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora