En su habitación, acostada en la cama, el agotamiento no le daba tregua. Repasaba una y otra vez lo rápido que había reaccionado ante Snape, y le gustó que pudiera defenderse así. Le sorprendió que Severus no dijese nada contra ella, sino que solamente se limitara a escuchar y obedecer.
Tenía muchas cosas en las que pensar: su pasado, la visión que había tenido y como había sido madrina de Harry. Para lo segundo necesitaría de Snape, quien se comprometió a ayudarla, y para lo segundo, requeriría de Albus Dumbledore.
Sin embargo, todo eso lo dejaría para después. Estaba bastante agotada. Los ojos se le cerraban casi solos y tenía ni ganas de moverse de donde estaba. Se acomodó contra la almohada de plumas y cerró los ojos, pero los abrió de golpe al recordar que tenía que hacer vigilia. Sirius se comunicaría a través de la chimenea de la torre de Gryffindor y ella debía estar allí a media noche.
Estiró los músculos y vio la hora. Diez y media. Aún tenía dos horas.
Sacó algo más abrigado del armario para colocárselo y pasar la fría noche. Ya era casi invierno y se hacía notar con los estornudos que daba de vez en cuando.
Del otro lado de la puerta alguien tocó. Es un golpe seco y con fuerza suficiente para derribarlo. Emma se acercó y abrió. Hagrid estaba parado con la cabeza agachada debido a la altura del marco de esta.
—Emma—susurró—. Ven conmigo. Hay algo que debes ver.
—¿Podría ser mañana, Hagrid? Estoy que me duermo aquí mismo.
—Mmm...Será mejor que ahora.
Emma respiró hondo, como para tomar fuerzas que le faltaban, y cerró la puerta tras ella.
—¿Qué eso tan importante que dices?
—Tendrás que ser sigilosa si quieres que te lo muestre.
—Está bien, ¿pero de qué se trata?
—Ya lo verás.
Caminaron es silencio, Emma casi corriendo al lado de las grandes zancadas de Hagrid, hasta llegar a uno de los pasillos más alejados de todos.
—Espera aquí—le indicó Hagrid.
Emma no quiso ni decir pío. Estaba tan exhausta que no pudo.
Hagrid entró a una parte y salió casi inmediatamente.
—Ya puedes salir, Harry—dijo Hagrid.
De la nada, literalmente, salió la cabeza de Harry y después su cuerpo.
—¿Y tú?—preguntó Emma.
—Me acaba de traer Hagrid para no sé que.
—Esto les va a ayudar—aseguró el semi-gigante—. Ya sé que ella es tu madrina. Tápate con su capa—le indicó a Emma.
La verdad era que Emma no vio nada , pero Harry estiró el brazo y pudo ver tela. Emma se cubrió con ella, que era bastante amplia, y pareció quedar invisible.
—Bien, síganme.
Caminaron a través de la noche y el pasto mojado. Ya estaban próximos a la cabaña de Hagrid, cuando este se detuvo frente al carruaje del colegio francés. Tocó la puerta al igual como lo había hecho con Emma. De ella salió Madame Maxime. Se dijeron algo y comenzaron a caminar hacia el Bosque Prohibido. Harry y Emma se miraron por debajo de la capa y los siguieron.
Estaban a la orilla del bosque cuando los dos cabezas detuvieron la marcha.
—Aquí es—dijo Hagrid notablemente alto para que pudiesen oírlo.
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III. Encantamiento en blanco y negro
Hayran KurguTercera parte de Encantamiento de iridiscencia