Cerveza

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—Harry, ¿estás seguro de que ya conseguiste la clave para la segunda prueba?—preguntó Emma un poco más tranquila.

—Claro que sí—respondió Hermione en vez de él—. Lo ha hecho.

Harry asentía efusivamente con la cabeza a la respuesta de su amiga, intentando ocultar el nerviosismo.

—¿De qué se trata?—le preguntó Emma a Harry mientras se acercaban a la cabaña de Hagrid.

—Pues...de...—no podía terminar las frases. La lengua se le enredaba y salían puros balbuceos—. No importa eso ahora. Debemos hablar con Hagrid.

Emma rodeó los ojos, dejando el tema para más tarde.

Ron fue quien tocó la cabaña con rabia.

—¡Hagrid!—gritaba golpeando la puerta, mientras Fang ladraba desde el otro lado—¡Sabemos que estás ahí!

—¡Hagrid!—dijo Hermione—No nos importa lo que haya escrito esa bruja de Rita Skeeter. Nosotros te queremos así como eres.

FLASHBACK:

Después de desayunar, Emma fue a Hogsmeade con Severus (se debe considerar que costó mucho sacarlo de su mazmorra), para pasear por la aldea y tomar una cerveza de mantequilla, aunque a él no le hacía tanta gracia que los vieran juntos en público.

—¿Qué te avergüenza tanto? ¿Que crean que tienes sentimientos?—preguntó Emma a Snape—¿O es que acaso soy muy fea?

—Nada de eso—contestó el resentido—Sólo que no entenderías.

—Si me lo explicas...

—No importa.

Emma suspiró cansada después de tanto suplicar. Lo miró y le dijo:

—¿Casa de los gritos?

Snape la miró con una ceja arqueada.

—¿Es que no te rindes?

Ella negó con la cabeza. Él suspiró.

Caminó por el camino escarchado de enero para ir a Hogsmeade. Un día frío sin duda, perfecto para una café o un chocolate caliente. Llevaba varias capas de ropa encima, y, sin embargo, sus manos estaban más frías de lo común.

No había demasiada gente en el pueblo. Algunos (o mejor dicho la mayoría) se dirigían al Las Tres Escobas a tomar algo para capear el helado día. Se vio tentada por entrar, pero recordó que Snape la estaba esperando. Dio media vuelta y caminó, pero algo la hizo detenerse e ir directamente a la barra del lugar.

La luz de las velas iluminaba las caras rojizas de los clientes alrededor de sus mesas.

—Hola—saludó Rosmerta—. ¿Qué puedo servirte?

—Una cerveza de mantequilla, por favor.

—En seguida.

"No se dará cuenta que me he retrasado" pensaba, justificando su repentina decisión. "Sólo estaré unos minutos".

La chimenea cerca de la barra hacía agradable la estancia, pero el calor y la luz no llegaban a todos los rincones del lugar. Dos esquinas estaban más sombrías que las otras. En una había un grupo de estudiantes franceses, y en la otra duendes que conversaban con un mago.

La campana de la entrada anunció la llegada de tres nuevas bocas para alimentar: Harry, Ron y Hermione. Parecían un poco molestos, pero no entre ellos, sino cansados.

—Chicos—los llamó Emma—.¡Vengan esas caras! Yo invito.

Y como por arte de magia, la cara de los tres se iluminó más.

III. Encantamiento en blanco y negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora