Nunca pensé que un deporte fuese lo más preciado en mi vida. Literalmente lo aprecio más que a una persona, es que tampoco tengo tantas personas que apreciar en mi vida. Nunca tuve muchos amigos, y los únicos familiares que tenía eran mis padres, quienes se pelean desde el día uno de mi vida.
La razón principal es por la falta de dinero. Apenas nos da para pagar la luz, el wi-fi y el agua, no tengo cable, no tengo los muebles más lujosos, en palabras simples, no tengo una economía normal y decente. Luchamos para poder pagar todo, pero en ocasiones tenemos que pedirle dinero prestado a la vecina para ayudarnos a pagar las cuentas. Si no fuera por Tamari, la vecina, yo no existiría.
Es que mis padres siempre se andan peleando por todo, y casi siempre me involucran a mí, diciendo que fui un error, que por mí tienen que pagar más, etcétera. Cuando era niña eso me angustiaba de más, pero con el paso del tiempo fui aprendiendo a crecer teniendo que aguantar esos insultos veinticuatro siete. Fui independiente toda mi vida. A los cuatro años, aprendí lo que la mayoría de la gente aprende a los treinta años: a ser autosuficiente. Me vestía sola, me hacía el desayuno sola, comía sándwiches en las cuatro comidas, desayuno, almuerzo, merienda y cena, porque era lo que había, hasta que Tamari me conoció y me invitó a comer a su casa, muchas veces a dormir cuando mis padres se ponían a pelear en las noches, y también iba a la escuela sola, es que queda a dos cuadras nomás, y mi barrio siempre fue tranquilo en el tema del tráfico y eso, pero Tamari me llevaba también. Ella fue la madre que tuve pero que nunca hizo nada por mí.
Bah, que se esfuerce pagando las cuentas sí sería hacer algo por mí, pero a lo que me refiero es que nunca fue a las reuniones de la escuela por el tema de las notas, o a los actos escolares; mi padre tampoco, otra cosa que no hicieron fue inscribirme a la secundaria (o a cualquier año lectivo en general), siempre lo hizo Tamari. Las cosas que hacen los padres reales, no las hicieron ellos.
Yo ya aprendí a tenerlos en un segundo plano, pero duele verlos así, discutiendo a cada rato. Toda la vida vi a mis compañeros con sus padres, muy felices, y a mí me hacían falta los míos... Mi vida fue ver pasar frente a mis ojos a personas felices, y yo quería estar en el lugar de alguno de ellos.
Creí que mi vida iba a ser siempre sentirme vacía y que me faltaba algo, pero un día, en Educación Física, jugamos fútbol. Yo siempre jugaba a la pasadita, pero al fútbol real nunca. No era tan experimentada como ahora, pero admití que me encantó correr tras la pelota, esquivando a los del equipo contrario, y tirar al arco. Por supuesto que las habilidades de ahora no las tenía en ese entonces, las fui adquiriendo con el paso de los años, aunque ese fue un buen comienzo.
Cuando le cogí el amor suficiente al fútbol, le pedí a Tamari que me regalase un balón de fútbol por mi noveno cumpleaños, ella era la que me regalaba cosas, mis padres nunca. Una vez jugué mucho con mi balón, al cual nombré Rebecca, le pedí a Tamari si me podía inscribir en un equipo de fútbol para jugar con más personas. A medida que fui creciendo, me sentía un poco mal de tener que pedirle tantas cosas a una persona que no era de mi familia, pero ella me dijo que no había problema, que yo me merecía el cielo y mucho más por lo buena persona que era, y que si necesitaba algo que me hiciera feliz, ella me lo conseguiría, ya que para mis padres no existo y tampoco existí, excepto cuando querían desquitarse con alguien.
Cuestión, Tamari me inscribió a un equipo de fútbol femenino, ya que nunca aceptaban a las mujeres con los hombres, a mí siempre me llamó la atención eso, que, sin ser en los equipos de Educación Física (muy de vez en cuando), los equipos no eran mixtos, siempre eran de un solo género, principalmente hombres. Le pregunté a Tamari, y me dijo que en el fútbol la mayoría son hombres, y que las mujeres no tienden a tener un nivel muy grande.
Entonces, de la nada me surgió una meta: ser la mejor jugadora de fútbol femenino. Todos los días jugaba con Rebecca, en casa, en la escuela, hasta corría por las calles controlándola con mis pies, jugaba con las niñas del equipo de fútbol, y así, hasta la actualidad, donde estudio en un colegio privado llamado Toho. Gracias al apoyo de Tamari, logré conseguir una beca para poder estudiar ahí, a pesar de mi escasa situación económica, estoy estudiando en uno de los mejores colegios de Tokio. Es increíble y parece irreal, pero no es imposible. Soy la más afortunada de estar ahí, mis compañeros y los estudiantes ahí son muy buena onda, los profesores también, y hasta me hice amiga del capitán del equipo de fútbol del colegio, Kojiro Hyuga.
Él es mi consejero cuando necesito desahogarme de la realidad, ya sea de mi familia o lo que sea, también le mostré mis habilidades, y dice que merezco jugar en el equipo, pero como no permiten equipos mixtos en los torneos, nunca pude participar. A veces me dejan jugar en los entrenamientos, Kaori, la cazatalentos del colegio, me reconoció como una excelente jugadora, es más, dijo que le gustaría que yo participara en el próximo torneo. Sería un sueño hecho realidad, cualquier partido de gran importancia es mi sueño. Sólo quiero demostrarle a todos que una mujer es capaz de dar un gran espectáculo.
─Eres una gran jugadora, sin importar que seas mujer─ me dijo Kojiro una vez─. Mira que hay que ser excepcional para tener mi respeto, ¿eh?
─Ya─ reí─. Gracias por tus palabras, Kojiro. Realmente deseo poder jugar un partido de fútbol de mucha importancia para que todos vean que las mujeres también pueden ser buenas jugadoras.
─El género es irrelevante en el fútbol. Lo único que importa son tus habilidades. Ten eso siempre presente.
─Sí.
─¿Sabes? Tú y yo somos muy parecidos, porque el fútbol es nuestra más grande pasión en la vida, y nuestro escape de la realidad.
Kojiro sufrió la muerte de su padre a una joven edad, y como consecuencia de eso, su madre tuvo que trabajar mucho, en más de un lugar a la vez, para mantenerlo a él y a sus tres hermanos pequeños, hasta el mismo Hyuga trabajaba a altas horas de la noche, a pesar de ser menor de quince años, para no dejarle tanta carga a su madre, y para ser autosuficiente. Sufrió mucho, pero afortunadamente Kaori le ofreció entrar al colegio si ganaba el torneo de primaria, y así podría jugar fútbol de manera profesional y los gastos de comida y vivienda de su familia estarían cubiertos, y a pesar de que perdió, logró entrar, y aquí está: es el capitán del mejor equipo de Tokio, y su familia vive más cómoda, afortunadamente.
Yo lo admiro, porque es resiliente y siempre lucha para sacar a los suyos adelante. Me inspiró a hacer lo mismo. Parte de mi resiliencia se la debo a él.
Uno de mis más grandes sueños es jugar un partido de fútbol profesional a su lado...
Esa sonrisa me motiva, así que no me rendiré, ¡nunca!
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𝗛𝗔𝗦𝗧𝗔 𝗟𝗔𝗦 𝗠𝗨𝗝𝗘𝗥𝗘𝗦 𝗣𝗨𝗘𝗗𝗘𝗡 𝗝𝗨𝗚𝗔𝗥 𝗙𝗨𝗧𝗕𝗢𝗟 ❱ 𝗖𝗧 ✔
FanfictionUn grupo de chicas amantes del fútbol buscan a toda costa hacer entender a la gente que el fútbol femenino también puede ser divertido, quizás hasta más que el masculino. Se realizan torneos de fútbol masculino, las ligas de cada país, la Eurocopa...