CAPÍTULO 15 : SOLEDAD Y TRISTEZA

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El ataúd poco a poco fue bajando para que luego dos hombres comenzaran a cubrirlo con tierra haciendo que una pequeña castaña se acercara, pero fuera parada por su progenitor.

—Papi, ¿Por qué está enterrando a mami? —preguntó la menor de los Hyuga sorprendiendo a su padre que no sabía que responder.

—Hanabi—dijo Hiashi con voz rota mientras trataba de aguantar las lágrimas.

—No podrá contarme un cuento si hacen eso—decía la pequeña preocupada para que luego el hombre se arrodillara y la abrazara. —¡Mamá dijo que quería contarme muchos cuentos! —gritaba mientras Hiashi abrazaba con más fuerza a la pequeña y dejaba que las lágrimas escurrieran por sus ojos perlados que habían perdido ese color lila para convertirse en un oscuro gris. —¡No, paren! —gritaba Hanabi mientras intentaba soltarse. —¡Mamá, mamá! —lloraba la pequeña logrando que a todos los presentes se les rompiera el corazón.

Mikoto apretó suavemente la mano de su hijo menor, pero este no la sintió, estaba preocupado por Hinata, ella tenía toda su atención. La ojiperla no se había movido ni un ápice cuando el cuerpo de su madre se había comenzado a llenar de tierra, tampoco lo hizo cuando su hermanita comenzó a llorar. Era casi como si no estuviera allí, como si solo su cuerpo estuviera presente.

La casa de los Hyuga se había llenado de un montón de gente vestidas con trajes negros. Habían venido su tío junto con su primo, Kiba y Shino, pero ni eso había logrado que Hinata reaccionara y todos estaban preocupados.

Después del entierro ella se había apartado en silencio de todos, no había dicho ni una palabra ni había derramado ni una sola lágrima, cosa que preocupaba a su progenitor, pero él estaba ocupado atendiendo a todos y cuidando a Hanabi.

Neji junto con Kiba y Shino acompañaban en silencio a la taciturna peliazul, habían intentado encontrar las palabras adecuadas para que la chica se sintiera mejor, pero no sabían qué hacer, ninguno de los tres se había atrevido a hablar con Hinata, les dolía no saber que hacer para reconfortarla.

Pero eso no era lo que más les preocupaba, sino lo vacío que se veían sus ojos, no había ni pisca de la Hinata que ellos conocían y querían, solo estaba allí sentada con ojos muertos, totalmente ausente.

El menor de los Uchiha solo se había distraído un momento y había perdido totalmente a la peliazul, así que volvió al lado de su familia, encontrándose de frente con una escena que lo descolocó bastante.

Hiashi y Fugaku se miraban directamente, el Uchiha podía ver en los ojos de su viejo amigo y profundo dolor, nada que ver con esa mirada competitiva de su adolescencia. Entonces se sintió realmente estúpido, todos aquellos años se habían alejado por una tontería, un orgullo que no valía la pena ya que había sido culpa de aquella chica no ellos dos. Habían sido mejores amigos por tantos años y ahora aquel con quien había compartido adolescencia lo necesitaba. Fugaku se acercó a Hiashi y puso su mano en su hombro, tratando de darle todas las fuerzas que podía.

—No estás solo—fue lo único que el patriarca de los Uchiha pudo decir, pero que trajo gran paz al corazón del castaño para luego darle un abrazo.

—Gracias—respondió mientras aguantaba las ganas de llorar, le alegraba tanto ver a su amigo allí.

Mikoto y sus hijos miraban callados la escena, se podía notar lo mal que estaba el Hyuga. Pero en la cabeza del pequeño Sasuke solo rondaba Hinata, en como se encontraría su peliazul amiga. Recordó el día que había intentado ir a verla cuando estaban operado a su madre, pero al verla así no se pudo mover, no pudo acercarse a consolarla, había huido como todo un cobarde.

—Sasuke, ve con Hinata—dijo de repente Itachi logrando que el menor despertara de sus pensamientos, ese había sido su plan desde el principio.

La primera vez que te vi [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora