Capítulo 23

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La caída del Reino

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«-Aún tenía muchas cosas que las que hablar contigo, Yami -le había dicho Julius minutos antes de morir. Un gran hilo de sangre salía de sus labios, manchando su larga capa roja y blanca de un tono carmesí. Notaba como las lágrimas se le acumulaban en los ojos. A los dos-. Protege el Reino cuando yo no esté...por favor... Hazlo por...mi...»

Pese a que él era una persona vulgar y escandalosa, Yami se lo prometió. Y no le defraudaría. Era la última conversación que había tenido con Julius, la más seria de todas, y probablemente la única de todas ellas. En ese momento recordó todo lo que ese hombre le enseñó cuando era un extranjero en el Reino: cómo escribir y leer, cómo relacionarse con la gente pese al poco interés que estos tenían en él... Había soportado el ridículo interés de ese hombre por las magias nuevas y extrañas, para que ahora eso convirtiera en nada.

El cuerpo de Julius aún estaba caliente cuando un dardo pasó por su lado. Yami se dio la vuelta y vio cómo un aura extraña y brillante salía del cuerpo de Marx y el viejo de Owen. Era la misma sensación que cuando había visto a esos Caballeros Mágicos en la zona noble. Pero esta vez estaban lo suficientemente cerca como para que Yami supiera que ese ki no era normal. Claro que había ki's compatibles, como el de William (traidor) y el suyo, pero el de Owen y Marx eran imposibles de relacionar. Ni siquiera partían del mismo elemento primario. Pero ese no era el único cambio. Unos incomprensibles tatuajes de diferentes formas y mismo color rojo nacían de sus mandíbulas y se extendían por sus mejillas. Sus orejas eran más puntiagudas que de costumbre. Pero porque fuesen sus compañeros no dejaría solo a Julius. Había prometido proteger el Reino, y no rompería su promesa.

«Un Toro Negro siempre cumple sus promesas».

Abrió el grimorio por una página cualquiera. El aura morada y oscura de su magia salió disparada en la misma dirección del cuerpo de Julius. No le hacía falta mirar para saber que su propia oscuridad lo rodeaba y protegía de los dichosos ataques de Marx. Si ya de por sí la magia de Marx era rápida y eficaz, ahora lo era mucho más. La estúpida bachesta que lo ayudaba a disparar su magia era demasiado molesta para Yami. Sin embargo, no podía romperla. Era estúpida magia. Marx podría volver a convocarla y atacarlo de nuevo, esta vez dando en el blanco. Respeto a Owen...él ahora utilizaba la Magia de Sanación para atacar y no como la solía usar con los enfermos. En resumidas cuentas: el equipo perfecto.

«Demasiado perfecto como para existir», se dijo.

Estiró el brazo y repelió los nuevos ataques de Marx. Saltó lo más rápido que pudo para evitar la magia de Owen, con cuidado de no llevarse por delante al Rey Mago. Lo hizo tan de repente que aterrizó sin darse cuenta sobre un tejado de losas rojas desteñidas por la lluvia. Miró hacia abajo. La oscuridad se lo tragaría como cayese. Su escoba había sido destruida por Licht cuando llegó, así que solo le quedaba una opción para salir de allí ileso: dejar a esos dos fuera de juego.

¿Pero cómo lo haría si nunca le dejaban atacar? Quizás esa fuese una de las cosas que podría aprovechar de la situación. Como Marx y Owen (por lo menos, los eclipsados) atacaban sin cesar y nunca le dejaban responder con ataques mágicos, podría utilizar su propia fuerza para abrirse camino. Deseó con todas sus fuerzas tener a Finral como apoyo. Por lo menos, así tendría una ventaja en el territorio y los podría sorprender... Nunca lo había pensando, pero quizás ese vago que se pasaba la vida coqueteando con chicas en la ciudad fuera más importante para él, para la Orden y el Reino, de lo que su hermano sería en la vida como vicecapitán de Amanacer Dorado y traidor del Reino.

Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora