Capítulo 34

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Viva

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Estaba viva. Tenía pulso. Respiraba. Pero su mirada estaba perdida y opacada.

Hacía rato, el condenado enano se las había arreglado de alguna manera para salir del conjuro de la niña rubia al lado de Gauche y para pelear. Al parecer, su falta de magia no era lo único increíble en él. Estaba lleno de arañazos y, pese a que los demás no tenían las mismas ventajas que él para romper un hechizo como aquel y rodear de su Anti-magia a todo aquel que estuviera muy cerca de él, tenía las cosas muy bien amuebladas en su cabeza. Un defensor de sus ideas, del pueblo, de la justicia... Un verdadero supermago falto de vocabulario. Incluso el Gauche vestido de blanco y su hermana se había sorprendido hasta su derrota por la insistencia en acabar con aquello de una vez, y de la fuerza de sus compañeros y su curiosa magia. ¿Desde cuándo la chica tímida y que ocultaba su rostro tras sus manos, que apenas podía hablar sin tartamudear, tenía ese tipo de magia, de cambiar la materia que componía los objetos? Era increíble. Tanto aquella chica como Asta, el chico de pelo celeste y el hombre gótico que no sabía hablar en voz alta lucharon con todas sus fuerzas. Mientras uno descomponía magia otro acababa con ella derritiéndola con su veneno; ¿de verdad aquello era una magia? Ahora comprendía quién y por qué había cambiado la Base de forma para convertirla en un toro bravo de ladrillos. No sólo era una magia increíble, sino que incluso su portador era un escombro de persona. Literalmente. Zora no alcanzó a escuchar lo que Asta le dijo en su momento al salvarle de una caída después de un golpe, pero comprendió que aquello había significado más para él que para el chico en cuestión. Su mirada de asombro y ilusión era un cuadro. Pero aquello no le importaba, dentro de lo que cabía.

Tras eso, el hechizo se rompió cuando Asta llegó a lo alto de la fortaleza acompañado de la torpeza de Gauche y Marie para compaginar sus magias y controlar los movimientos hiperactivos del mocoso. Nadie más excepto él sabía lo que estaba pasando ahí arriba, pero sí lo que pasaba allí abajo. El hechizo se había roto. Las auras rosas que los habían rodeado desde hacía un buen rato acabó por esfumarse al poco tiempo de que Asta tocase con una de sus espadas el pecho de Gauche y Marie al mismo tiempo, no sin antes despedirse con una pequeña descarga eléctrica.

A Zora no le faltó tiempo para moverse como nunca y tirarse al suelo al lado de Akatell. Está estaba echada sobre sí misma, tumbada de lado, y con el pelo echado sobre el pálido rostro sin moverse. Ni siquiera se apartó cuando la tocó. La oscuridad que rodeaba la zona real se esfumó con la llegada de aquella fortaleza flotante sobre la castillo real y la apertura de una brecha que lanzaba algún que otro destello púrpura de su agujero negro en medio. Este se encontraba desde hacía rato abierto en medio del trébol dirigente sobre el castillo real, parpadeando de vez en cuando y del que salían chririantes ruidos extraños. No quería ni ver algo como eso. En su mente, lo único que importaba era la seguridad de su compañera caída.

«¿Qué diablos ha pasado? ¿Por qué no se despierta?», era lo que pensaba. Los nervios lo carcomían desde dentro. El querer saber por qué estaba en esa situación sin dar explicación alguna o saber por qué era incapaz de hacer nada lo mataba. De todas las formas existentes. Era la primera vez que se preocupaba por alguien más que no fueran él, su padre o los derechos de los plebeyos y la importancia de hacerles pagar a los Caballeros Mágicos corruptos su incompetencia. Parecía una muerta en vida. Literalmente. Sus ojos abiertos y lechosos le recordaban a los escalofriantes retratos eclesiásticos de muchas iglesias. En su pueblo había uno que nunca olvidaría. Era el de un hombre mirando al frente, perturbado y con una caja de madera cerrada entre las manos. A sus espaldas había otra persona, mucho más grande y corpulenta que el primero, vestido completamente de negro y sin rostro alguno más que una capucha amplia que ocultaba toda apariencia. Era portador de una gran guadaña cuya curva hacia su forma alrededor del cuerpo del hombre que tenía delante. Sus manos huesudas parecían las de un esqueleto humano de no ser porque tenía cuernos rojizos que sobresalían de la amplia túnica.

Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora