Capítulo 28

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Tiburón

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Después de dejar a la familia Vaude y a la encantadora Finesse en un lugar seguro, alejado de la zona real, y en el que nadie se atrevería entrar ni por muy mal de la cabeza que se estuviera, Akatell regreso a la batalla en la zona real.

Cada vez le costaba más respirar. Era como si tuviera la cabeza metida en la fuente donde hacía unas horas había aterrizado con Jack the Ripper y alguien estuviera haciendo presión para evitar que la sacara. El aire que rodeaba la zona real era escaso y estaba fuertemente cargado de magia. La torre más alta del castillo perteneciente a la familia Silva seguía rodeada por ese cono verde y flamante que alteraba el poder mágico de todo el que estuviera cerca. Akatell había visto con sus propios ojos como, desde la Zona Noble y la capital, los aldeanos fuera del embrujo de los Caballeros Mágicos, contemplaban con horror lo que sucedía en la zona más alta del Reino. De su interior se llegaban a escuchar gritos, llantos y maldiciones, al igual que ataques mágicos provenientes de todos lados.

En general, la zona real parecía una pocilga. Los escombros de la última muralla estaban esparcidos por el suelo, entre los cadáveres de fuertes Caballeros Mágicos, sangre de todo tipo de personas y los cuerpos desmayados de los traidores. Akatell reconoció a algunos de vista, pero no les prestó la mínima atención. Las piedras lisas y regulares del suelo estaban levantadas por los cortes regulares y seguidos del capitán de las Mantis Verdes con sus cuchillas y la katana de Yami hacía unos minutos. No había mucha iluminación, solo alguna que otra antorcha que luchaba por mantenerse encendida. Akatell silbó, y todas las antorchas se iluminaron de flamantes llamaradas rojas. Mucho mejor.

El umbral que daba acceso completo a los tres castillos parecía apunto de derrumbarse. Las ventanas desnudas y la pequeña sala donde se pedía el permiso de entrada estaban destrozadas; los las piedras estaban manchadas de sangre y desde la puerta abierta a la sala se podía ver una mano pálida e inmóvil, con los dedos torcidos hacia dentro. Normalmente había guardias reales o Caballeros Mágicos de alto nivel protegiendo la entrada y supervisando tanto el exterior como el interior. Para entrar en la zona real se necesitaba una invitación o un permiso, ya fueras incluso un Caballero Mágico Superior o uno normal. Los únicos que podían hacerlo sin necesidad de un permiso eran los integrantes de alguna de las tres familias, parientes lejanos pero ligados fuertemente a la sangre real o algún que otro noble influyente en la Corona. Akatell nunca había sido retenida en contra de su voluntad por algo como eso. Cada vez que iba a la zona real, siempre era porque el Rey Mago necesitaba hablar con ella o porque alguien de la familia Vermillion la había invitado por órdenes directas de Mereoleona. La mayoría de veces que esto último sucedía, ella se negaba. Mereoleona tampoco le daba mucha importancia. Sabían dónde verse sin necesidad de hablar.

Estaba apunto de pisar las baldosas que llevaban a las separaciones hacia alguno de los tres castillos cuando algo la agarra del pelo y quiso taparle la boca. Akatell reaccionó tarde, aún con los pulmones medio llenos. Ni siquiera lo había presentido cerca de ella. Fue su cuerpo el que reaccionó solo. La persona era alta y ancha, de piel caliente, lo que le permitió a Akatell moverse con más facilidad y rapidez y sujetarle el brazo que iba a acallarla en alto. La otra persona no se lo vio venir, o eso quería hacer pensar. Akatell golpeó con su cadera el bajo vientre del mago y lo obligó a rodar por su espalda. El mago soltó un jadeo de sorpresa, su cuerpo resbalando con la misma agilidad que un niño tropezándose con una piedra y cayendo al suelo en un ruido que resonó en el amplio y oscuro túnel.

Para suerte de ella, Akatell sabía de la disposición de todas las antorchas al haber pasado tantas veces por allí directa a la residencia Vermillion o al palacio del Rey Mago. Fue directa a la pared más cercana que tenía, trotando antes de que la persona pudiera moverse tras semejante ataque marcial, y agarró una de entre las sujeciones metálicas que la mantenían en el aire.

Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora