Capítulo 24

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HACE 8 AÑOS

BASE DE LOS TOROS NEGROS

Era un día soleado. Muy soleado. Akatell Black, la única o posiblemente mujer unida a los Toros Negros, la nueva Orden del Reino del Trébol, estaba sentada en la barra libre leyendo. Por aquel entonces, las cortinas estaban abiertas e iluminaban cada zona de la sala de estar; más tarde se llamaría zona de reuniones y todos los miembros estarían en ella.

En ese momento, el pelo oscuro de Akatell era increíblemente liso y le llegaba por encima de los hombros, nivelado como si una regla se lo hubiera cortado. Era el peinado característico de la Iglesia en la que se había criado. Aunque no legalmente. Era más una forma de decir que había entrado toda su vida para convertirse en algo mejor de lo que estaba viviendo. Si la Hermana Sabrina pudiera verla, la mataría, eso sin lugar a dudas. ¿No la habían criado para estar en la mejor Orden de todas? ¿No le habían enseñado ataques poderosos toda su vida para alcanzar el puesto de líder de las Órdenes, de la primera Reina Maga? Ella no quería ser nada de eso. Por eso, la primera decisión que tomó por su propia cuenta fue ser algo contraria a lo que esa mujer quería. A lo que su madre, adoptiva pero su madre, habría querido ser de joven.

Los ojos reflejaban el aspecto de tu alma. La Hermana María se lo decía siempre. A través de ellos podían verse las verdaderas intenciones de una persona. Yami Sukehiro parecía el tipo de persona realista y que no se comportaba como algo que la sociedad necesitaba para su gobierno. Eso le gustaba. Todos esos estirados que la habían mirado con superioridad hace un año eran de lo peor; sobretodo ese chico de las Águilas Plateadas. Por no hablar del capitán de las Orcas Moradas...

También pensaba que estaba sola, pero la atenta mirada de unos ojos sobre ella la alertaron. Lentamente se dio la vuelta, con cara de malas pulgas. Tras de sí, el capitán Yami y un chico más bajo que él y considerablemente delgado la miraban con interés. La larga capa de los Toros Negros de Yami rozaba la piedra fría del suelo. El chico al lado de Yami tenía cara de pan, pero no de mala persona. Aún tenía rasgos infantiles, pero no tanto como algunos de los que había visto en muchas recepciones oficiales. Un pequeño manto de los Toros Negros hecho a talla universal colgaba de sus hombros; un nuevo miembro seleccionado. Genial. Ya no estaría sola, qué ilusión; nótese el sarcasmo.

Tampoco es que fuera muy alto, pero la delgadez en sus extremidades le hicieron sospechar que tampoco se trataba de alguien corriente. No podía ser de la realeza, claro. Todos los miembros de la realeza controlaban su poder mágico lo suficientemente bien como para acabar en una Orden mejor a esta. Aunque hacía unos días había escuchado los rumores de una niña de la realeza que apenas podía controlarlo con soltura. Su piel era morena, pero no tanto como en muchas ocasiones había contemplado; era el duro pago del esfuerzo y la concentración física y mental. A veces, el poder mágico se descontrolaba cuando menos te lo esperabas. Él parecía uno de los que lo domaban a la primera, pero que por diversos motivos no había tenido la mucha suerte de otros. Unos pequeños y rasgados ojos morados iluminaban su puntiagudo rostro. No era como muchos otros, a decir verdad. Su media melena era de un rubio ceniza que le recordaba a las miles de mezclas de color que había hecho en la Iglesia para decorar el escenario donde los niños actuaban para el pueblo.

A su lado, los ojos de Yami centellearon.

-Qué bueno que estés aquí -dijo Yami con la mano bajo la barbilla. Era una de las cosas que hacía cuando explicaba algo que podría estar en la categoría de bueno-malo o problemas con las demás Órdenes.

-¿Por qué?

Señaló al chico nuevo.

-Este será tu nuevo compañero -comenzó con desinterés. Había hecho lo mismo con ella, pese a ser la primera en unirse a su estúpida Orden-. Preséntate -Miró y le dio un codazo al chico en el costado.

Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora