Capítulo 21

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Fiesta de princesas

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-Señorita, ¿dónde está el señor Yami?

El hombre lo miró con una extraña expresión.

-Está en el baño -le respondió mirándolo a la cara.

Bajó la revista que había pedido para pasar el rato y que amablemente la trayeron. Cuando la abrió la primera vez, vio en su interior los estragos de la capital dibujados a mano, los edificios destruídos en su mayoría, por un experto, acompañada de las noticias recientes en el Reino. De reojo leyó la formación de los Caballeros Magos y quiénes habían pasado a la final, convirtiéndose oficialmente en la legión exterminadora de traidores. Entre las filas, los cuatro miembros de los Toros Negros se situaban por debajo de los cuatro elegidos de Amanecer Dorado de acuerdo a la clasificación de las Fiesta de las Estrellas. Akatell leyó algo sobre el ataque a la familia Vermillion, los Leones Carmesí y la llegada al poder de Mereoleona Vermillion como capitana de ambas legiones. Claro, era un texto objetivo y no se podía dar la opinión sentimental de uno mismo por mucho que se quisiera. Algo le dijo que el redactor de la revista tenía cierto interés en los Vermillion, por mucho que le costara ocultarlo.

Llevaban esperando un par de horas cuando a Yami le entraron las ganas de ir al baño. Alegaba que tenía el estómago lleno de líquido y que aquello lo estaba matando. Cuando se marchó, la dejó sola a merced de las bestias de Amanecer Dorado. Los mismos hombre de antes conversaban entre ellos con las caras angustiadas, de vez en cuando lanzando miradas preocupadas a la mesa en la que se sentaban. Era la quinta vez que veía al mismo grupo de personas pasar por su lado y mirarles de reojo. En cierto momento les dijo que si tanto interés tenían en los Toros Negros podían unirse cuando quisieran, pero ellos salieron corriendo antes de que terminase de hablar. Akatell los observó huir hasta que sus brillantes capas y uniforme quedaron en nada más que un punto azul blanquecino al final del corredor. Hubiera servido de más que salieran del corredor cruzando algunas de las puertas que se distribuían a lo largo.

Posó los codos sobre la mesa y miró de nuevo al joven que tenía delante. El mismo chico de la tetera, lo llamaba Yami. El cenicero estaba lleno de colillas por todo el tiempo que llevaban allí sentados. Sentía las piernas entumecidas.

-¿Cuándo volverá vuestro capitán?

El chico se encogió de hombros.

-No lo sabemos, señorita.

Akatell lo miró de reojo.

-No me incumbe decir esto, pero creo que vuestro capitán, tal y como decía en su carta, nos debe una explicación y una disculpa -dijo. El cosquilleo del té al bajar a su estómago la desestabilizó. Se quedó callada mirando al suelo, mientras el chico esperaba a que continuase, en silencio-. Vuestro vicepcapitán debería de ser el que lo hiciera, y no William, pero dado que no se ha conseguido nada durante el interrogatorio, nos vemos obligados a aceptar las de vuestro capitán -comenzó-. A nosotros también nos pesa eso, no os creáis únicos. Yami y William son compañeros pese a las circunstancia. Sé mejor que nadie lo que significa eso para ambos, una grieta en su amistad. Pero mi verdadera pregunta es: ¿nos tomáis vosotros como unos idiotas?

El grupo de Amanecer Dorado que acaba de entrar por la puerta se había detenido al escuchar hablar en voz alta a Akatell, junto con el chico con gafas que los recibió en la entrada de la Base. El corredor se quedó en un completo silencio, marcado por la tensión y el miedo de la mejor Orden de todas hacia uno de los miembros de la peor. En otra situación, hubiera resultaod gracioso de ver. Pero ahora no lo era. Había hecho una de las preguntas más serias de toda su vida, y una que afectaba a ambos capitanes. El recibir una invitación a una Base era un asunto serio para todo el mundo, pero ser ignorados durante horas por un capitán que había cedido su mano para una disculpa pública era la peor ofensa que una podía recibir. Akatell y Yami podían estar haciendo cosas mejores que esperar allí sentados. Literalmente, podían marchase y dejar la inestabilidad política de ambas Órdenes en manos de otros. Y ellos seguirían viéndose como el bando afectado. Un plan perfecto, pero con una falla.

Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora