Jugando a las cartas -[Zora Ideale] [BLACK CLOVER]

Capítulo 32

Hija secreta

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-Qué mona -dijo Jack con ambas brazos en jarras.

Yami se giró drásticamente hacia él.

-¿Quién?

-Tu subordinada y tú. Si tenéis una hija enana -aclaró sonriendo-. Parece vuestra hija. ¿Desde cuándo la tienes?

No se dignó en mirarlo y regresó la vista hacia donde estaba antes. El cuerpo inconsciente y herido de Finral estaba en el suelo después de una ardua batalla contra su hermano y varios de sus amigos de Amanecer Dorado; estúpido William. Ellos también tenían heridas, pero no tan grandes como las suyas. Tanto Finral como Langris estaban dañados física y mentalmente por sus infancia, y aquello era un error que Yami jamás se perdonaría al haber dejado que su transporte viviese así. ¿Qué diablos les pasaba a todos los veteranos de su Orden, que habían acabado destrozados en algún momento de su vida? Era confuso, y frustrante, saber todo aquello y no haber podido hacer nada por detenerlo.

Primero, la desgraciada e impredecible Akatell con su pasado religioso y traumas infantiles al no haber podido comportarse como uno al ser más poderosa que el resto de plebeyos que sus tutoras legales conocían; a continuación, una bruja cuya madre había encerrado en una jaula y que de no ser por él ahora solo ella sabría lo que estaría haciendo ahí metida. Por si fuera poco, ahora convertida en una borracha con un gato como su ataque más poderoso. Y por último, un chico del que su familia noble reniega por no ser lo que esperaban y que ahora trabaja en la peor Orden de todas sepultado a la sombra de su hermano menor, el cual ha acabado en Amanecer Dorado y por ende siendo un traidor en la guerra. No, si cada uno tenía de lo suyo. Y en especial Yami, que tampoco estaba para echarse flores.

-Para ti todo el mundo es enano, delgaducho -comentó Yami sin detenerse en la mayoría de sus palabras. Realmente no tenía ganas de conversar después de haberse enfrentado a un vicecapitán traidor y desquiciado con su vida-. No seas imbécil, por todos los Dioses. Ella es demasiado joven para tener hijos y yo demasiado bruto.

Hablaban de Charmy. Yami había recordado que ella era una experta en crear comida con facultades recuperativas en la magia y se lo dijo a Jack nada más avanzaron hacia los cuerpos desmayados de Langris y Finral. Jack había empezado a bromear con el hecho de que podía ser su hija por la forma en la que hablaba de ella, y que compartía la mitad de los genes con su subordinada por algún que otro encuentro que hubiesen tenido. Recordaba la primera vez que Yami llevó consigo a Akatell a una reunión de capitanes como vicecapitana activa en la Orden, pero la mayoría de estos estaban en misiones fuera de la capital y solo unos pocos habían estado presentes.

Entre ellos, la vaga de Dorothy y el psicópata de Jack sentado a su lado.

-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó cambiando de tema.

-¿Te parece poco lo que hemos hecho? Mi transporte se ha sacrificado y ahora no tenemos la misma movilidad que con él -escupió sin tapujos-. Esos desgraciados me la pagarán. Amanacer Dorado, y William, todos ellos.

Jack rió.

-¿Dónde está la gente poderosa cuando se la necesita? -se burló con sorna.

Yami sintió un dolor en la boca del estómago. La imagen de Julius desangrándose en sus brazos era aterradora, y más aún cuando él había estado presente en cómo William tomaba la apariencia de Licht. Era horrible. Uno de sus antiguos compañeros había resultado ser un traidor al Reino desde el principio. Irónico. Por razones como esas apenas confiaba en la gente; y más relevancia tenía la desconfianza de Akatell sobre todo el mundo. La gente te traicionaba cuando menos te lo esperabas, estaba claro. Incluso si habías compartido media vida con esa persona.