Cuando sonó el timbre de la hora del almuerzo, guardé mi anotador en la bolsa de tela y seguí a la marea de gente que se dirigía hacia el comedor. Artemisa me interceptó, justo en el momento en que tomaba una bandeja y esperaba ser atendida para recibir mi comida.
– ¿Qué tal te ha ido? – me preguntó con una sonrisa inmensa estampada en el rostro.
– No tan bien como a ti por lo que veo– le dije con una mueca.
– Vino a buscarme el grupo de animadoras y me amaron– sonrió orgullosa– voy a sentarme con ellas ¿Quieres venir? –
– No, será mejor que empiece a buscar a alguien que sepa sobre lo que ocurre en el pueblo– le dije mientras una señora rechoncha y algo sudada, me servía salchichas alemanas con un puré tan líquido que bailaba dentro del plato– pero ve, tal vez hasta puedas sacar algo de información.
– De acuerdo– Artemisa recibió su comida igual de fofa que la mía y se marchó a una de las mesas del centro de la cafetería, donde comía un grupo de chicas con uniformes grises, blancos y negros, que charlaban entre ellas y se reían a cada rato.
Observé a mi alrededor... Había algunas mesas con chicos que parecían ser totalmente comunes, con rostro aburrido o leyendo algo en silencio; otra en la que estaba todo el equipo de fútbol, riendo como descerebrados... ¿Quién podía ayudarme a saber más sobre los incendios?
– Hola– una voz femenina se oyó detrás de mí.
Me di la vuelta y vi a una chica de cabello negro, recogido en una coleta alta, la cara llena de pecas, un par de ojos color caramelo y mucho más alta que yo.
– ¿Eres Atenea Devis? – me preguntó con una sonrisa segura.
– Sí...– la estudié de pies a cabeza.
Parecía tranquila, sus músculos estaban relajados y su gesto era agradable, no parecía querer atacarme ni jugarme una mala pasada por ser la nueva.
– Estoy en el grupo de atletismo, entrenamos después de la última hora– me explicó pasándose de una mano a la otra la botella de agua que sostenía– quería invitarte a nuestra mesa, te vi un poco perdida y sé que estarás en el equipo.
– Oh claro– asentí sonriéndole– gracias, no sabía dónde sentarme.
La seguí entre el caos de adolescentes que seguían buscando un sitio. Finalmente alcanzamos la mesa, al fondo de la cafetería, en la que quedaban algunos espacios vacíos para que nos sentáramos.
– Entonces... Yo soy Jessica– me dijo la pelinegra mientras me invitaba a sentarme– ellas son Carol– me señaló a una chica rubia, extremadamente delgada con la cara repleta de acné– él es Marley– un chico rubio, alto y musculoso me saludó con un gesto de la mano– ella es Sophie– la chica estaba mordisqueando una zanahoria como si fuera un conejo– y él es Teo–
¿Teo? ¿Otra vez? Bueno... Tendría una nueva instancia para demostrarle quien era la mejor.
– Hola, soy Atenea– los saludé a todos, depositando mi bandeja sobre la mesa.
– Hay algunos más en el grupo, pero hace algunos días no vienen a clases– me explicó Carol, encogiéndose de hombros.
– ¿Por qué? – le pregunté mientras intentaba cortar la salchicha alemana, más dura que un hueso.
– Mmm... No sé si lo sabes, pero en el pueblo han estado ocurriendo algunos incendios– me dijo Marley, inclinando el cuerpo levemente hacia adelante y bajando la voz.
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El Descenso de Atenea
FantasyCuando en un pueblo llamado Moonbay, comienza a haber incendios y muertes inexplicables incluso para los mismos dioses, Zeus decide que es momento de enviar a la diosa más sabia e inteligente a investigar que sucede. Atenea desciende al mundo humano...