Capítulo Treinta y dos

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Los cinco nos quedamos mirando entre todos por un minuto que pareció eterno. Finalmente levanté el brazo y señalé Artemisa. 

– ¿Todos la estamos viendo? – inquirí arrugando la frente. 

– Eso parece...– Teo se rascó la nuca. 

– ¿Cómo es que pasó esto? – le pregunté a Afrodita y ella se encogió de hombros como si fuese lo más insignificante del mundo. 

– Fue casi gracioso– respondió– resulta que el dueño del coche no estaba en su casa así que me dijo que le deje el auto en el instituto. Estacioné el jeep en el aparcamiento y justo en ese momento salía todo el mundo de clase y Artemisa estaba allí... Vestida como animadora– dijo lo último casi desternillándose de la risa– ¡La diosa de la caza es animadora! Por Zeus ya he visto todo en esta vida– 

– Sí, bueno, mejor cállate un poco– la cortó Artemisa, mirándola con los ojos entrecerrados– vi a un grupo inmenso de humanos saliendo de esta casa, Teo no es humano y Afrodita bajó del Olimpo... Es momento de saber qué sucede– 

– Nada– le sonreí yo intentando arrastrarla fuera de la casa, obviamente sin éxito. 

Artemisa chasqueó los dedos y aparecieron en sus manos el arco y las flechas que usaba para cazar. Sin dudarlo un segundo tensó la cuerda y apuntó a Epimeteo. 

– Díganme qué sucede ahora mismo– espetó mientras él levantaba las manos con gesto de inocencia. 

– Si quieres matarlo de un flechazo por mí está bien– dije restándole importancia con un gesto de la mano. 

– ¡Nadie va a matar a nadie! – nos interrumpió Teo– ya está, entren, les diremos lo que ocurre–

Artemisa bajó su arma y Afrodita cerró la puerta mientras nos dirigíamos al sillón para hablar con calma. Diez minutos después, las dos estaban al tanto de todo lo que ocurría y del plan que teníamos. 

– ¡Es una locura! – exclamó Artemisa cuando Teo terminó de explicarles todo– ¡Hay que decirle a Zeus inmediatamente! Si se entera de la verdad haría cualquier cosa– 

– No le tengo miedo a Zeus– le recordé mordiéndome el labio– además si se entera de la verdad, jamás permitiría que hagamos algo así. Sabes que es demasiado orgulloso como para quedarse tranquilo en el Olimpo y dejarnos seguir con nuestro plan–

– ¡Pero es que es una locura! –

– Es que Atenea está enamorada y no puede evitar decirle que sí a todo– se rió Afrodita, muy convencida de su teoría. 

– Escuchen, necesito que confíen en mí... No acepté esto porque fuera una idea de Teo, creo que es un buen plan y que realmente podemos vencer a Astreo– 

– Sí, pero si Zeus se entera nos castigará a todos...– me recordó Artemisa con rostro compungido– tenemos que decirle– 

– Si Zeus se entera, cosa que hará en algún momento porque la batalla será a cielo abierto, yo me haré responsable y diré que obligué a las dos callarse– la corté. 

– Yo me haré cargo, después de todo es mi idea– me recordó Teo– yo robé el fuego, si lo di a los humanos y no quise involucrar a los dioses, así que la culpa tiene recaer en mí– 

– ¿Qué te dije? Ahora se protegen entre los dos– señaló Afrodita en voz alta como si nosotros no pudiéramos oírla. 

– Jamás me equivoco Artie, te pido que creas en mí... Soy tu mejor amiga– dije tomando su mano entre las mías. 

El Descenso de AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora