Jessica estaba en la clase de historia, la última del día. En cuanto sonó el timbre se acercó a mi banco y me guió hasta los vestidores.
– ¡Busco a Atenea Davis! – resonó una voz masculina en el pasillo.
– Es el entrenador– me explicó Jessica con una sonrisa, para tranquilizarme.
Asentí y salí de los vestidores.
– Soy yo– le respondí.
– Ten, es el uniforme deportivo de la escuela. Tienes que traerlo a cada entrenamiento– dijo tendiéndome una pila de ropa bien doblada y limpia.
El entrenador era un hombre calvo, de tez trigueña y ojos almendrados. Vestía con un jogging color negro brillante y le colgaba un silbato del cuello.
– Quiero que entiendas que, si en un par de clases no veo tu rapidez y técnica, tendrás que irte del equipo– continuó hablando– y te daré una dieta al final de la clase, después de algunas pruebas–
– ¿Usted es nutricionista? – le pregunté desafiante, sin proponérmelo.
– Sí, estudié para ello– me sonrió molesto– ahora veamos si tú eres deportista. A cambiarse, rápido–
Me vestí a toda velocidad. El equipo consistía en unos pantalones de chándal color negro con dos líneas blancas a los costados, y una remera del mismo color, que me quedaba bastante justa en el busto, con la escrita Instituto Moonbay, en letras blancas.
En cuanto todos estuvimos listos nos reunimos en la pista de atletismo del instituto, que rodeaba la cancha de fútbol, donde algunos chicos estaban entrenando.
Noté la mirada de Teo clavada en mis pechos y estuve a punto de soltarle algún improperio pero me contuve.
– Como saben, dentro de dos semanas tenemos la competencia Estatal– comenzó a decirnos el entrenador– así que necesitamos que todos estén en sus mejor estado fisico.
Por suerte tenemos una integrante nueva que cubre uno de los miembros del equipo que no está presente, pero si queremos ganar con una persona menos, necesito que entrenen el doble, para poder cubrirlo.
Aquello me daba una pequeña pista. Según lo que decía el entrenador, los corredores que habían salido heridos en el incendio eran dos; por algo se empezaba.
– ¡Vayan a entrar en calor! –
Todos nos acomodamos en diferentes carriles, con una pierna hacia atrás y una adelante, listos para comenzar en cuanto sonase el silbato.
– ¿Te dije que además de inteligente soy rápido? – oí la voz de Teo a mi izquierda.
– ¿Sí? – le sonreí maliciosamente– yo también–
– Déjame dudarlo– me sonrió divertido.
El sonido del silbato resonó en el aire y echamos a correr a toda velocidad.
– ¡Es un calentamiento! – oímos que gritaba el profesor, pero ninguno le hizo caso.
Las manos a mis costados parecían cortar el aire mientras avanzaba por la pista. Teo estaba exactamente a mi misma altura, mierda, era rápido.
– ¡Nos vemos en la meta! – me gritó comenzando a superarme.
Era más alto, por lo que daba zancadas más grandes y le era fácil adelantarme. Pero el ser pequeñita también tenía sus ventajas. Balanceé mi cuerpo un poco hacia adelante y estiré mis músculos todo lo que pude para alcanzarlo. El corazón estaba a punto de salirse de mi pecho, pero no me importaba en lo más mínimo, no iba a morirme de un infarto así que, ¿Qué importaba?
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El Descenso de Atenea
FantasiCuando en un pueblo llamado Moonbay, comienza a haber incendios y muertes inexplicables incluso para los mismos dioses, Zeus decide que es momento de enviar a la diosa más sabia e inteligente a investigar que sucede. Atenea desciende al mundo humano...