Capítulo Treintaitres

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¡Lectores! 

Les dejo esta canción, les recomiendo escucharla a partir del momento en que Atenea sube al coche... ¡Notarán la diferencia con esta melodía!


Teo y yo acordamos que aparcaría a una calle de distancia de mi casa, para que Hermes no sospechase nada. Cuando fueron las nueve bajé tranquilamente las escaleras, con mi vestido negro de straples y unos zapatitos oscuros a juego.

– ¿A dónde vas? – me preguntó Hermes mientras sacaba un pastel del horno.

– Voy a reunirme con los del equipo de atletismo– le dije con una sonrisa.

– Genial– asintió despreocupadamente– ¿Sabes en dónde está mi hermana? –

– Creo que con las animadoras. Nos vemos– lo saludé con un gesto de la mano y salí de la casa.

Fuera había una briza suave y fresca, que anunciaba el fin de la primavera y el comienzo del otoño. En la esquina vi un coche verde metálico con las luces encendidas y supuse que sería el de Teo, así que apuré el paso y él me tocó la bocina en cuanto me vio.

Abrí la puerta y me acomodé en el asiento del copiloto.

– Hola– me sonrió él dándome un beso en la mejilla.

– Hola, otra vez– le sonreí– ¿Entonces? ¿A dónde vamos? –

– Aún no te lo diré– me sonrió – pero puedes revisar lo que llevo en el asiento de atrás, tal vez adivinas– lo miré con los ojos entrecerrados y finalmente me volví para mirar qué había.

En el asiento trasero se hallaba una manta enrollada y una canasta de la que sobresalía una hogaza de pan aún tibio.

– Teo... No podemos quedarnos al aire libre... Zeus va a vernos– le recordé volviendo a acomodarme en el asiento.

– Lo sé, descuida– dijo sin dejar de mirar la carretera, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

– Entonces deduzco que es un picnic... ¿En tu casa? –

– No– respondió sacudiendo la cabeza– ¿Te dije que estás hermosa? –

– Tú también te ves bien– le sonreí recorriéndolo con la mirada.

Vestía una camisa blanca y lisa y unos pantalones negros, algo elegantes. Su cabello rizado caía un poco sobre su rostro, igual que siempre a pesar de sus esfuerzos por intentar peinarlo. Estiré una mano y le toqué uno de los rizos. Él me tomó la mano y me besó el dorso, mirándome con el rabillo del ojo.

Condujo el resto del trayecto con una mano apoyada en mi pierna y entrelazada con mis dedos, mientras sonaba una banda llamada "Coldplay" en el estéreo. Jamás la había escuchado pero tal vez... Podían ser nuestras canciones...

– Dejaré el coche aquí– dijo estacionando de repente.

– Aquí solo hay casas– dije pegando mi rostro a la ventanilla para ver si me perdía de algo.

– Espérame– Teo bajó del coche, tomó la canasta, la manta y también una bufanda suave que no había notado.

Me abrió la puerta del coche y yo bajé, sin entender qué estaba sucediendo.

– Ahora tendrás que confiar mucho en mí– me dijo mientras empuñaba la bufanda.

– Eso me preocupa– bromeé.

El Descenso de AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora