Capítulo Catorce

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Entré a la cafetería y caminé con decisión hasta la mesa de los futbolistas.

– Donovan ¿Puedo hablar contigo? – pedí dirigiéndome al capitán con mi sonrisa más amable.

Se produjeron centenares de murmullos y risas entre todos los presentes y me contuve para no decirles que jamás me fijaría en alguno de ellos, comunes mortales.
Donovan dejó su almuerzo sobre la mesa y me siguió a un costado de la cafetería.

– ¿Cómo estás? – me preguntó con una sonrisa jocosa y asquerosa.

Tragué saliva y me esforcé por poner al mando mis habilidades estrategas. No podía responderle mal o rechazarlo tan rápido, necesitaba adularlo, hacerle creer que necesitaba algo de él o que lo necesitaba a él por completo.

– Bien... Escucha– jugueteé con un mechón de mi cabello y clavé mis ojos en los suyos, suavizando lo más posible la mirada– dentro de poco es mi cumpleaños y....– me mordí el labio– quería festejarlo en Vortex, pero sé que los menores no entran... Aunque algunos sí lo hayan conseguido...

Donovan sonrió aún más, orgulloso de sí mismo, hinchando el pecho.

– Sí, bueno... Es que hay que tener contactos.

– Claro... En fin, yo no quiero invitar a toda la escuela... Solo a los deportistas... Ya sabes, yo estoy en el grupo de atletismo y siempre los veo entrenar.

– Sí, nosotros también te vimos... Es decir, yo...Yo también te vi– carraspeó algo avergonzado.

– Tu equipo pasa sin problemas en Vortex ¿No? – inquirí arrugando la frente– ¿Ya lo hicieron alguna vez?

– Claro, sí– sonrió intentando parecer más relajado – todos nosotros vamos seguido, desde el comienzo del verano.

– ¿Todos? ¿No hay ninguno que no haya estado allí? – repasé para que quedase bien claro – no quisiera que alguno se quedar afuera el día de mi cumpleaños.

– Tranquila– dijo él apoyándome una mano en el hombro– siempre vamos todos juntos, no hay ni uno de nosotros que falte cuando salimos.

– Perfecto– le sonreí, pero entonces los ojos grises de Teo se clavaron en los míos mientras avanzaba hacia nuestra mesa – les mando la invitación, adiós.

Rápida como la luz, con mis piernas cortas avancé hasta Teo y lo intercepté antes de llegar a la mesa.

– ¿Qué fue todo eso de las flores? – le sonreí cortándole el paso.

– Pues... Nada, era un detalle, pero... Si te hice quedar mal con Donovan lo siento.

¿Qué era eso? ¿Un atisbo de celos? Arrugué la frente y esbocé una sonrisa, señalándolo con un dedo acusatorio.

– No me interesa Donovan, ni nadie– le aclaré rápidamente.

– ¿Nadie? – preguntó él, mirándome directo a los ojos.

– Nadie– repetí mientras algo parecía removerse en mi estómago... No eran mariposas, seguramente me hacía daño tanta comida proteica.

– Que bien... Veremos qué opinas después de nuestra cita– me sonrió de lado y sentí que las piernas se me aflojaban un poco.

Caminamos hasta nuestra mesa y ambos nos detuvimos en seco antes de sentarnos. Marley estaba allí muy tranquilo, charlando con Carol y Sophie.

– ¿Qué haces aquí? – la voz gruesa y masculina de Teo rompió el aire alegre entre ellos, mientras soltaba su bandeja sobre la mesa con un estruendo.

El Descenso de AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora