Capítulo Treinta y uno

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Epimeteo y Afrodita estaban charlando muy tranquilamente cuando salimos de la habitación. 

– Nosotros tenemos que hacer algunas cosas en el sótano, pero puedes quedarte aquí si quieres– le dijo Teo mientras señalaba el hueco de la sala por donde se bajaba. 

– Yo podría ir a regresarle el coche a ese humano que llamó hoy...– se ofreció Afrodita, mirándome con las cejas levantadas. 

– Bien, toma...– le entregué el móvil– pídele la dirección, porque no tengo idea de donde vive– 

– Muy bien– ella atrapó mi teléfono en el aire y comenzó a buscarlo en la lista de contactos mientras Teo y yo bajábamos al sótano. 

Jessica se volvió para mirarnos a ambos y apartó la vista en cuanto se dio cuenta que la estaba viendo. Me sentía mal por ella, seguramente nos había visto en el baile y ahora estábamos de nuevo allí, juntos. 

– ¡Hoy intentaremos de nuevo lanzar fuego contra viento! – les dije a todos. 

– Ya terminaron conmigo, así que todos deberían trabajar contigo– me explicó Teo– lanzaron bolas de papel por un día entero, creo que mejoraron mucho– 

– ¿Y tú que harás mientras tanto? – le pregunté frunciendo el ceño, pero él me sonrió. 

– Mirarte– le di un empujón suave, intentando no ponerme roja y negué con la cabeza– se dividirán en dos, la mitad lanzará fuego con Teo y la otra mitad aprenderá lucha básica– 

– ¿Qué? – inquirió una de las animadoras enarcando una ceja. 

– Lo que escuchas... Si te dan un puñetazo tendrás que devolverles el golpe ¿No? – 

– Disculpa, pero ¿Tú qué sabes de lucha? – soltó Marley con una sonrisa divertida. 

– ¿Eres idiota Marley? – le soltó uno de los chicos – Según la mitología Atenea es la diosa de la sabiduría, la inteligencia y la estrategia en la guerra– 

– No solo en la mitología– dije encogiéndome de hombros– ¡Vamos! ¡Diríjanse en dos! – 

– ¡Un momento! – exclamó la misma animadora que antes– nosotros solo lanzamos fuego... No íbamos a pelear contra ese... Titán– 

– Ustedes están aquí para pelear contra Astreo... Esto es una guerra– le expliqué reuniendo toda mi paciencia– una guerra no solo es lanzar bolas de fuego, tienen que estar preparados para cualquier cosa– todos comenzaron a mirarse entre sí y yo intercambié una mirada con Teo que parecía rogar porque la tierra se lo tragara– ¿Ustedes piensan que esto es un juego? ¿Piensan que estar aquí es como una actividad extra escolar? –

– ¿No lo es? – se rio Marley, idiota como siempre. 

– Ven aquí– le dije mirándolo directamente a los ojos y él dudo un instante pero finalmente me obedeció. 

– Ustedes están aquí para defender a la humanidad, al pueblo, a sus familias y amigos... Ya dejen de sentirse como niños de preescolar– les advertí a todos– plantéense realmente qué hacen aquí y si solo vinieron a jugar, lárguense ahora mismo– una de las animadoras comenzó a caminar lentamente hacia las escaleras y yo abrí la boca para volver a hablar– pero recuerden una cosa... Aún tienen una oportunidad para aprender a defenderse y no ser aplastados por ese titán... Aún tienen la oportunidad de salvar a las personas que quieren... Cuando el pueblo entero sea arrasado, lamentarán no haber hecho todo cuanto estaba en sus posibilidades para impedirlo–  

Me posicioné frente a Marley, ante la vista de todos, incluso de la animadora que se había detenido al oír mis palabras. Antes que él siquiera entendiese lo que pasaba, levanté la pierna y le di una patada en el pecho que lo hizo volar hasta la pared opuesta. Marley cayó al suelo y levantó el rostro para mirarme con los ojos muy abiertos. 

El Descenso de AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora