‣ 12.

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En cuanto salimos, un hombre alto, demasiado alto, ha de medir un par de metros, bastante intimidante, nos pregunta: - ¿A dónde creen que van? - con voz grave.

- A comprar pintura, de hecho, ni siquiera debería interesarte a dónde voy. - murmura Marck con mal genio.

El semblante del señor cambia a uno más relajado. - Señor Müller, perdón que me meta en sus asuntos pero su padre... -

Marck levanta la mano para que se calle. - Las cuentas, se las rindo a mi padre, no a ti, - dice en un tono frío.

Mi postura y gesto siguen igual desde que el señor nos interrumpió, mi espalda recta y el mentón alzado con una expresión de superioridad a pesar de que el tipo mide una cabeza y media más de mí. - ¿Nos permites? - pregunto tan seca que hasta yo me sorprendo. Camino esquivando al grandulón y cuando veo que Marck sigue discutiendo con el grandulón, lo llamo. - ¡Marck! ¡Vamos! - gruño. Marck gira a verme y sonríe al ver como tomo el control del momento. - ¡Oye! ¡Grandote! - le llamo al grandulón y gira a verme. - ¿Hay algún problema? Puedo llamar a mi marido en este momento para que tengan una linda charla y que vea qué hace contigo. - digo de manera fría y con una ceja alzada.

El color abandona el rostro del grandulón y niega con la cabeza. - N-no señorita. - veo que se aleja de Marck y regresa a su puesto en la entrada de la casa.

Marck comienza a caminar hacia mí, abre la puerta del auto, me ayuda a entrar, cierra mi puerta, rodea el auto y entra. - ¡Vaya! ¡Tienes un don! - dice entre risas y con una expresión de sorpresa.

Dejo caer mis hombros y sonrío con superioridad. - ¿Qué te puedo decir? Algo me tenía que aprender a mí padre. - río y Marck me imita.

- Ese mandato que tienes es admirable. - sonríe de lado sin dejar de ver la carretera.

- Sí, bueno, que no se te olvide que soy rusa. - digo mientras lo veo. Marck eleva una ceja sin entender. - Los rusos somos imponentes, prepotentes, inteligentes, sigiloso en algunos casos, y cosas así. - le explico.

- Ya veo, ojalá hubiese sido ruso, ni siquiera moví a Michael y tú en menos de un minuto le has hasta cerrado la boca. - murmura aún sorprendido.

- Sí, bueno, si tienes el poder, debes aprovechar todo de él. - sonrío.

- Deberías darme clases. - bromea.

Suelto una carcajada y asiento. - Sí, bueno, no estaría mal. - me burlo y el pellizca mi mejilla.

En cuanto llegamos al local de pinturas, todos saludan casi con reverencia mientras murmuran "Es el señor y la señorita Müller" "Señorita Múller" wow, nunca creí que me afectaría no llevar el nombre de mi padre, me hubiera dado igual si hubiesen dicho "Señorita Ivannok", es un apellido imponente, serio, respetado, pero... ¿Müller?, ni siquiera le encuentro sentido. Giro los ojos y continúo mi camino.

- Señorita Müller, ¿Le ayudo en algo? - sonríe una chica que supongo, por su uniforme, trabaja aquí.

Suspiro y me giro a verla. - Ivannok, señorita Ivannok, mi apellido no se irá a ningún lado. - digo en tono frío.

Ella intimidada no solo por mi estatura, sino también por mi tono de voz, asiente rápidamente. - S-señorita Ivannok, ¿Le ayudo en algo? - pregunta tímida.

- Pensaba en un... Gris, pero un gris llegando a azul marino. - digo y le sonrío.

- Claro, por aquí, por favor. - Sonríe y da media vuelta para que la siga.

Busco con la mirada a Marck y lo veo atrapado entre algunas personas. - ¡Marck! - le llamo con el ceño fruncido. Las personas a su al rededor giran a verme atentos con Marck incluido. - Vamos. - le regalo una sonrisa tensa. La gente le da espacio y él camina hacia a mí.

Your daughter calls me daddy Too #1 (Pronto en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora