11

591 79 5
                                    

Habían pasado más de dos años desde que tuve que dejar mi hogar, para venir a la guerra; la cual, estaba dejando terribles estragos en toda Corea. A veces me encontraba con escenarios, que sabía me costaría sacar de mi mente, pero evitaba con todo mí ser pensar en ello, por mucho que aquellos recuerdos me atormentaran por las noches.

Al parecer no era el único que se encontraba en esa situación, porque más de una vez me encontré a Jung Kook, deambulando a altas horas de la noche. Ese chico definitivamente era todo un enigma.

Nos sentábamos por horas a conversar, con la confianza que le tendrías a un amigo de toda la vida, muchas veces siendo sorprendidos por los primeros rallos de sol de la mañana. Al parecer, Jung Kook tenía tantos demonios internos como yo y pude sentir como poco a poco, crecía dentro de mí un sentimiento de protección hacia él.

A esta altura, tenía suerte si tenía noticias de Chae Young, la mayor parte del tiempo sabía que mis hijos estaban bien, gracias a mis padres. Mi esposa aún se encontraba en casa de sus padres, pero por algún motivo, parecía ya no tener tiempo o interés en mí, como para tomar una pluma y papel para escribirme.

Hace aproximadamente dos meses habíamos llegado a un pueblo cercano a Seul, el cual había sido bombardeado, al igual que sus alrededores. La mayoría de las casas estaban en el piso, lo único que quedaba en pie era parte de una pequeña escuela, mientras que el resto del pueblo se había resumido a cenizas y escombros.

Tuvimos que ayudar a muchas familias a recoger parte de sus pertenencias, o por lo menos lo que había quedado de ellas. Ahora estamos como voluntarios en el hospital, ayudando en lo que más podíamos. Es terrible ver la cantidad de heridos, sobre todo a los niños, pero definitivamente prefería estar aquí ayudando, que en el frente bajo una lluvia de balas.

Estaba jodidamente exhausto y en este lugar hacia un calor infernal. Sentía como el sudor bajaba por mi cuello y el sol quemaba la piel de mis brazos. Me senté en la sombra para poder descansar un momento y beber algo de agua, porque sentía que me desmayaría en cualquier momento a causa de la fatiga.

Mientras mi mente divagaba entre pensamientos confusos, alcé mi vista y divisé a lo lejos a Jeon, corría como un niño pequeño detrás de una pelota, mientras un grupo de niños pertenecientes al pueblo lo seguían, intentando robarle el balón. No pude evitar sonreír ante la imagen, Jung Kook aún era tan joven, no debería estar metido en esta mierda.

Se veía incluso más joven cuando sonreía de aquella manera, corriendo de manera vigorosa detrás de la pelota, como si su vida dependiera de ello.

No pude evitar pensar en lo mucho que había cambiado mi vida en el último año y Jeon era un claro indicio de ello. Hace menos de tres años tenía una vida formada y planeada hasta mi último suspiro. Una esposa, hijos, una casa y un trabajo estable, en cambio ahora, ahora sentía que tenía todo y nada a la vez.

No me había dado cuenta lo vacía que era mi vida, hasta que había sido llamado para la guerra. Sin sueños, sin pasión ni ganas de vivir ¿Amaba realmente a Chae Young? Ya ni de eso estaba seguro.

Y eso me hacía preguntarme, porque temía tanto a la muerte, si no tenía ambiciones en este mundo. Extrañaba mucho a mis hijos y eso me motivaba a querer volver a "casa" pero acaso... ¿Eso era todo?

Mi mirada seguía cada movimiento que hacía Jung Kook y no pude evitar pensar, que lo único que extrañaría de este maldito lugar era al pequeño azabache que se había transformado como en mi hermano menor.

Ahora que lo había conocido no podía ver la vida de la misma manera que antes; es más, ya ni siquiera recordaba como mierda pensaba antes.

Extrañaría mirar el amanecer con él y tener aquellas conversaciones, donde me sentía prácticamente un libro abierto, mientras aquellos ojos negros como la noche, parecían poder ver dentro de mí.

Three LivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora