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Ji Min despierta del que parecía haber sido un largo y reparador sueño, pero él no se encuentra en su habitación, está un lugar desconocido que no reconoce en lo absoluto. Mira a su alrededor y se encuentra con paredes de madera y una ventana que deja entrever un hermoso cielo azul celeste.

A su nariz llega el aroma a café recién preparado y siente como sus tripas rugen al instante. Se levanta y lo primero que hace es mirar al exterior por la única ventana que se encuentra en el cuarto. Se ve un hermoso antejardín y un chico trabajando afanosamente con unas flores que Ji Min no logra identificar.

Se aleja de la ventana y comienza a examinar todo a su alrededor con más detenimiento. La casa en la que se encuentra parece humilde, pero le entrega una extraña sensación de comodidad, cómo si Ji Min se encontrara en casa.

Sale del cuarto, solo para encontrarse con un pequeño pasillo, el cual se encuentra impecable. No entiende muy bien que ocurre y como es que llegó aquí, así que decide ir en dirección al chico extraño para preguntar donde está y porque está con él. Sin embargo, cuando abre la puerta y llama la atención del desconocido, se queda inmóvil ante lo que sus ojos presencian. Es él, es su castaño.

—Minnie despertaste —le dice el chico con una hermosa sonrisa—. ¿Ya tomaste desayuno? Preparé café.
—¿Minnie? —Ji Min se sentía totalmente confundido y desconcertado—. ¿Cómo sabes mi nombre?
—¿Amor estás bien? —el castaño se acercó a él con cara de preocupación, pero Ji Min se hallaba perplejo en su sitio, sin poder creer como le había llamado.
—¿Eh? Eh n-no... —dice en un pequeño susurro—.
—¿Qué ocurre Jiminnie?
—¿Dónde estamos?
—En casa bebé —el castaño parecía ahora estar incluso más confundido que él.

¿En casa? Se preguntó Ji Min, ¿cómo que en casa?

El rubio no sabía que hacer y mucho menos como reaccionar. No entendía que estaba ocurriendo, pero ver aquellos ojos tan de cerca le tenía embelesado. Nunca había podido observarlos en primera persona y le parecía la mirada más hermosa que había visto en su vida.

Ojos negros que brillaban como la vía láctea.

Ji Min no hacía más que observarlo sin mover ni uno solo de sus músculos, mientras el castaño seguía observándolo fijamente. De un momento a otro, el chico se acercó un poco más al rubio y posó una de sus manos en su mejilla. Ji Min como por inercia acuno su rostro ante la palma del contrario, como si ese gesto en vez de ser algo inadecuado cuándo se trata de dos extraños, fuera algo íntimo y recurrente entre ellos dos.

No entendía nada, era todo tan irreal pero increíblemente... mágico.

Ji Min sentía un agradable revoloteo en su vientre y en lo único que podía pensar era en besar aquellos labios. Pero, ¿estaría bien? Cómo si el castaño hubiera leído sus pensamientos, se acercó lentamente a Ji Min y unió sus bocas en un beso casto y hogareño, tanto que Ji Min sintió que había acariciado esos labios con los suyos durante toda su vida.

Ambos sonrieron por inercia, mientras el corazón de Ji Min latía rápidamente. Las sensaciones eran tan hermosas, que Ji Min solo podía pensar en que él quería amar por siempre a su Koo...

La alarma sonó y Ji Min quiso maldecir su suerte. Alcanzó su celular rápidamente para apagarla y cerró sus ojos con fuerza para ver si podía retomar su sueño, pero ya era demasiado tarde. Quiso gritar de la frustración; pues tenía ahí, en la punta de la lengua, el nombre de aquel chico que lo traía loco.

Se paró de inmediato y buscó una libreta para anotar lo único que había podido retener su mente.
Koo.

¿Quién eres Koo?

Three LivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora