Capítulo 3

1.6K 138 38
                                    

Bree se despertó aquella mañana con el alegre sonido de los pájaros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bree se despertó aquella mañana con el alegre sonido de los pájaros. Por una vez, no se había despertado con el curioso y a la vez molesto sonido de las gaviotas. Si se encontraba lo suficientemente nerviosa, lograba desquiciarla.

De repente, recordó a Paige y el favor que tenía que hacerle a Caleb. ¿Cómo podría empezar una conversación con ella?

«Podemos hablar de libros. Quizá le guste leer tanto como a mí. Aunque si no tiene ni idea de lo que hablo pareceré una completa idiota. Tampoco creo que vea documentales de animales cada tarde. Mejor que me reserve ese dato para mí, posiblemente pensará que soy bastante rara si le empiezo a hablar de alguna especie que desconozca. ¿Y si le pregunto si me puede prestar un lápiz? Seguro que surge alguna conversación a partir de esas palabras, aunque lo más seguro es que se limite a dejármelo. ¿Desde cuándo esto es tan difícil?»

—¿Estás lista, hermanita?

—Nunca estoy lista.

—Lo suponía. No te preocupes, no te vas a enfrentar a un ogro ni nada parecido -intentó calmarla con una sonrisa burlona.

—Lo sé —le respondió de mala gana.

—Tiendes a exagerarlo todo demasiado. Y ahora mismo, me da la sensación de que estás a punto de desmayarte.

—Estaré a punto de asesinarte si no te callas. Y recuerda que si todo sale mal, será tu culpa.

—¿Y eso?

«Aún tiene la poca vergüenza de preguntar.»

—Me has obligado, Caleb. Yo no quería hacerlo, pero me has convencido después de insistir. ¿Y a quién crees que Paige creerá? ¿A mí, su futura mejor amiga o a ti, el pesado de su futura amiga?

—Eres cruel.

Caleb bajó a desayunar, haciéndose quizás el ofendido y Bree logró vestirse en menos de cinco minutos, mirando de vez en cuando el reloj para asegurarse de que iba justo a tiempo para coger el autobús.

—Buenos días, mamá —murmuró mientras le daba un corto beso en la mejilla nada más entrar en la cocina.

—Buenos días. Tienes dos mermeladas en la nevera, escoge la que prefieras.

Desayunó sin entretenerse con el móvil al contrario de Caleb, quien como siempre, llevaba los auriculares y tenía una obsesión no muy sana con ellos.

La preocupaba.

«No creo que me pueda concentrar hoy con todo esto de Paige y Charlie. Demasiadas cosas en apenas dos días. A veces siento que mi cabeza está a punto de explotar...»

—Cariño... ¿Cómo va con Charlie? No nos cuentas nada nunca.

Sus ojos se posaron en Caleb, aunque por la música, este no supo de lo que estaban hablando.

Dime que me quieres ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora