Natasha se quedo sentada frente a la ventana, ignorando al conejo dorado que la observaba. Él era Springtrap. Natasha y el conejo dorado usualmente se llevaban mal.
Todo para negar los sentimientos que florecían por momentos.
Tanto Springtrap como Natasha notaron que cada vez que se miraban el uno al otro, una sensación de calidez se instalaba en su pecho y mejillas. Pero se negarían a aceptar tal sentimiento por las razones más estúpidas e inmaduras. Pero la verdad era que estaban asustados.
Asustados del amor.
Natasha dejó escapar un suspiro. Intentó despejar su mente y mantenerse con la cabeza fría.
El silencio en la habitación era tenso, ambos querían decir algo para romperlo pero no tenían las palabras ni la valentía.
—¿Tienes frío? —preguntó el de pelaje dorado.
—Si...—murmuró la muchacha.
Ella lo escucho levantarse del sofá y acercarse a ella, pudo sentir como envolvía sus brazos alrededor de ella.
—Es poco pero tal vez mi pelaje pueda mantenerte cálida —susurró el conejo.
Natt se sonrojo, estando de espaldas a él.
"Mierda...."
Decidida y avergonzada, la morena se dio la vuelta rápidamente y enterró su rostro en el pecho de Springtrap, tomándolo por sorpresa. Pero el conejo dorado solo apretó su agarre con un sonrojo.
Los minutos pasaron en silencio, abrazados.
Por pura curiosidad Natasha levanto la mirada solo para encontrarse con la dorada de Springtrap. Ella aparto la mirada en menos de un segundo, avergonzada. Pero él seguía observándola, con su corazón latiendo de forma fuerte y veloz.
Suavemente la tomó del mentón y la miró fijamente a los ojos. Se mantuvo inmóvil por segundos. Lentamente empezó a acercar sus rostros.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se detuvieron y volvieron a mirarse a los ojos. Springtrap parecía calmado mientras que Natt estaba nerviosa. Su respiración y las forma en la que desviaba los ojos la delataban.
Springtrap por fin pudo ver lo que había debajo de su fachada de chica fría.
Una chica tímida y dulce. Dulce y deliciosa como la miel.
Suavemente junto sus labios. Y su corazón estalló.
Se separaron, se miraron una vez más y volvieron a unir sus labios con seguridad. Las manos de Natasha se posaron suave y lentamente en las mejillas de Springtrap, mientras que el conejo dorado tenía una mano en la parte trasera del cuello de Natt y la otra en su costado.
Al sentir la necesidad de oxigeno, se separaron y se miraron una última vez.
—Vamos al sofá.
El de pelaje dorado la llevo hasta el sofá. Se acostó sobre dicho sillón y le hizo señas a Natt para que se recostara sobre él. Tímidamente ella se coloco sobre él y se recostó sobre su pecho. Springtrap le acaricio el cabello y susurró:
—Te amo.
Ella sonrió.
—Yo también te amo.