Capítulo 21.

150 28 8
                                    

Al alba un carruaje tirado por caballos se detiene en la puerta de palacio. Daniel nos acompaña para mi disgusto y también Louis. Pasa un buen rato antes de que lleguemos al lugar. Al verlo el carruaje para y nos deja allí para encontrarnos con el dueño, que nos sonríe de manera cordial. Dos soldados van con él y acordamos un precio, a él le doy su parte y a los guardias otro. Cuando se van me dejan a solas con lo que será mi taberna. Tengo que contratar a gente para que me ayude a reformarla.

Un par de lágrimas de emoción se asoman por mis ojos y cojo aire para reprimirlas. Me vuelvo a ellos y con una sonrisa volvemos a palacio. Ya conseguí parte de mi sueño, ya estoy más cerca de mi felicidad, ya no hay más obstáculos que me impidan ser feliz, bueno uno sí... Daniel Evans. Hasta que él no se vaya no estaré agusto. Resoplo malhumorada y me despido de todos para ir a mi alcoba. Entonces me encuentro un libro y mi sonrisa se alarga, mi corazón se desboca y corro hacia él como si no hubiera un mañana.

Es la respuesta de Barnaby... Abro el pequeño pergamino en el que me ha dejado la nota y la leo.

"Me alegra que te acuerdes de mi de vez en cuando, echo de menos poder hablar contigo sin sentirme vigilado. No quiero que te pongas en peligro por mi, Cedrina. Tendrás que seguir alejada de mi todo lo que puedas, por el bien de los dos... Ahora más que nunca. Aún así, nunca dejes de escribirme, por favor... lo necesito".

Me muerdo el labio inferior y contengo mis ganas de llorar, pero no puedo más y exploto. Le pongo al día sobre mi taberna y le digo que ya la conseguí, que ojalá pudiera verla cuando esté reformado el lugar. Me gustaría que disfrutara en mi trabajo alguna vez. Allí siempre habrá fiesta y luz. También le cuento sobre lo que estorba Daniel y lo vigilada que también me siento, y le dejo saber... que le extraño.

Cuando termino de escribir la nota la guardo en el libro y acudo a la biblioteca, para dejarlo en la encimera de la chimenea. Entonces por el camino de vuelta a mi cuarto, me topo con Barnaby que sale de su habitación. Me quedo inmóvil y mi respiración se detiene, él se queda pasmado observándome anonanado y sin previo aviso, se acerca a mi y nos fundimos en un abrazo. Instintivamente, voy a quitarle la tela que cubre su boca para besarlo... Pero él me retiene y me aparta con suavidad, acariciando mi mejilla con ternura.

—Ven... —murmura yendo a paso apresurado por el corredor, cogiéndome de la mano y arrastrándome con él, hasta una pared en concreto.

Palpa la estructura durante unos segundos y la empuja con fuerza. La pared cruje y da pado a una puerta que se abre, y que oculta un pasadizo secreto. Él tira de mi y la puerta se cierra detrás nuestra. Nos quedamos a oscuras, intento buscar una antorcha sin éxito y Barnaby me coge de las manos.

—Mejor así —susurra a mi oído.

—¿Cómo estás? —pregunto controlando a mis revolucionadas hormonas.

En el fondo, me siento dolida pues ha rechazado mi beso.

—Podría estar mejor —me contesta melancólico.

—Yo...

—Ssssh, no hables —me corta con determinación posando su mano en mi boca, que también está cubierta por un guante.

Desliza sus dedos por mis labios haciendo que se me erice la piel y dejándome sin aliento. No encuentro palabras para describir el amor que siento por él. Sé que es arriesgado que nos encuentren así, nos podría costar la vida y no me arrepentiría... Arriesgaría mi vida mil veces, con tal de poder estar a su lado tan sólo un instante. Él me abraza y me apoya contra la pared, sin dejarme escapatoria. Está tan cerca de mi que me tienta besarle, sé que no puedo, pero voy a estallar si sigo así. Mi cuerpo necesita su tacto, mi mente su presencia y mis labios los suyos.

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora