prologue

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La primera muestra de afecto Harry la ve a los cuatro años.

Es un día frío en donde la época navideña está terriblemente cerca, y el sol baja con lentitud por el horizonte como en cualquier otro día de alguna vida. Harry está sentado en el pasto del jardín trasero, con la cabeza agachada y los ojitos verdes enfocados en esta pequeñísima, diminuta oruga que se desliza por la hierba, con este color morado tan curioso que hace que el pequeño no pueda simplemente dejar de mirarla. Se siente hipnotizado a pesar de no saber ni siquiera qué significa aquella palabra, y aún así se ve obligado a alejar la vista en el momento exacto en que su madre grita.

Su pálida piel se ve envuelta en el escalofrío que le ocasiona aquel sonido, y deja de lado la fascinante oruga para ir a echar el ojo dentro de su casa. Se pone de pie con ayuda de sus pequeñas manos y camina en silencio hacia el interior de su hogar.

El reducido espacio de la sala está vacío, y con los pies descalzos camina hacia la cocina, sosteniéndose de las paredes porque al final todavía sigue demasiado torpe, porque aún no es demasiado bueno en esto. Así que se agarra de los muros y mantiene la mirada en el suelo para evitar tropezar con sus propios piecitos, y llega a la esquina, y con lentitud pulcra e inocente mira por el borde de la cornisa, tan solo para encontrar cómo su padre aprieta los dedos alrededor del cuello de su madre.

Hay una sonrisa brillante en sus labios pintados, mientras su rostro toma ese color bermellón que a Harry no le gusta ni un poco.

El pequeño se muerde la esquina de la boca y se va de regreso al jardín sin siquiera entender qué sucede en ese momento con sus padres, ni por qué su madre ha lucido tan complacida con aquellas manos en su cuello, y ni siquiera le importa en absoluto, porque Harry nunca ha sido demasiado curioso con las personas en general, porque en realidad prefiere la forma en la que la tierra se siente en sus diminutos pies, en cómo las flores se abren cuando es primavera o en cómo el aire le mueve el cabello en una dirección distinta en ocasiones, y sobretodo en el aroma de la gente.

Es lo que más le llama la atención, porque le parece interesante cómo su madre huele diferente a su padre, quien siempre desprende esa esencia de limón por los poros cada vez que está cerca, mientras que ella suele oler a chocolate muy, muy caliente, y delicioso. Y a Harry siempre le gusta, ambos.

Se sienta en el pasto de nuevo, y un puchero triste se forma en sus labios cuando ve que la oruga ya no está en su lugar, y que el viento ya no se encuentra por todas partes, que el sol ya se está ocultando y que todo ha quedado en un silencio parecido al sepulcral. Harry respira, toma la esquina del cuello del suéter que lleva puesto e inhala con profundidad, hasta que sus pequeños pulmones no consiguen aspirar más el aroma de su mamá, y sabe que le pertenece a ella porque la ha visto impregnar su ropa en aquella esencia antes de colocársela y decirle lo bonito que luce en esos momentos.

• • •

La segunda muestra de afecto Harry la ve cuando tiene seis años.

Está sentado frente al árbol de navidad y tiene puesto un suéter rojo que dice "buen chico" en un bordado verde idéntico al color del árbol, y tiene el cabello terriblemente desordenado porque ha estado rascándose por un buen rato. Su madre le ha dicho que tiene piojos, y que no debe ponerse las manos encima, y Harry en serio ha puesto todo su esfuerzo en no hacerlo, aun cuando en serio le pica.

Ya ha anochecido para aquel entonces, las luces del árbol pestañean con velocidad y de ellas sale una bonita música navideña que al pequeño le gusta. Está tranquilo, manso incluso cuando de repente escucha a su padre maldecir en voz muy alta. Su vista se dirige hacia el lugar de donde provienen aquellas palabras y se levanta del suelo con los pies descalzos tan solo para ir hacia el cuarto.

Cruel World ✦ omegaverse [ls] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora