{10} ¡Exijo mi Oscar!

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Al día siguiente estoy despierta cuando vienen por mi, respiro con dificultad y los miro con los ojos entrecerrados.

— ¡Esto es historia! Mira nada más pequeña, eres muy fuerte.— dice maravillado.— Desátenla y curen sus heridas, súbanla a mi habitación para que descanse, debe estar lista para el viaje.

Siento como me desatan, la mujer se acerca a curarme, la miro por un momento, no debe pasar de los 27 años aunque es muy bonita, su cabello es corto y negro, sus ojos son marrones y su tés morena. Limpia todas mis heridas bajo la atenta mirada de los hombres, ella me da una mirada compasiva, sé que tiene lastima de mi por que ella sabe que vendrá luego de esto. Cuando termina de vendar mi abdomen uno de los hombres me carga hasta la habitación, ella me pone con esfuerzo un vestido para tapar mi desnudez. salen de la habitación y me dejan ahí, calculo cuánto más o menos tarda en sanar una persona normal y me quedo ahí por dos días en los que me alimentan y ayudan a ir al baño, siento siempre a Demián cerca y eso me relaja. Pasan dos días más en los que ya puedo levantarme sola, bueno, siempre he podido.

— Veo que estas mucho mejor pequeña Anabel.— dice el maestro entrando a la habitación, llevaba días sin verlo, no sé dónde dormía ya que se supone que esta es su habitación.

— ¿Anabel?— pregunto.

— Si, Anabel, ese es tu nuevo nombre, así dejarás todo tu pasado atrás y seguirás adelante junto a nosotros, ¿no te gusta el nombre? Podemos cambiarlo.— dice.

— No, si me gusta el nombre, gracias por todo lo que ha hecho por mi.

Como si alguien en su sano juicio agradecería todo lo que hicieron.

— Es tan solo un proceso de superación pequeña.— dice.— Por cierto, he dejado algo para ti en el armario, mañana partiremos a tu nuevo hogar.— dice y sale de la habitación.

Reviso el armario y hay un vestido celeste corto manga larga y unas zapatillas.

— ¿Que te pareció mi actuación?— pregunto al sentir la presencia de Demián.

— Muy buena a decir verdad.— dice y me volteo a verlo. Va vestido con ropa casual, pantalones de mezclilla y suéter negro.

— En mi opinión merezco un Oscar.— ríe por el comentario.— No te rías que es en serio.

— Vale no me río, por lo que vi mañana irás a la casa de la secta.— dice

— Si, me han dejado hasta un vestido, que gente más linda ¿no?— digo sarcástica.

— Si que lo son... Alexa ¿estas consciente de lo que viene?— pregunta y asiento.

— Acepte hacerlo Demián, lo sé.— digo segura.

— Alexa si en algún momento tú..— empieza a decir pero lo paro.

— No intervengas, por favor no lo hagas, eso podría arruinar el plan y no tendríamos otra oportunidad para matarlo.

— Bien... Nos vemos. Te seguiremos de cerca mañana.— dice y se va.

Paso el resto del día en la habitación, no puedo aún estar caminando por la cabaña así que me quedo ahí.

***

A las 5 de la mañana ya estamos listos para irnos, varios autos vinieron por nosotros, todos negros y del mismo modelo, El Maestro me pide que valla con él, en ese auto solo vamos los dos y el chofer, me he puesto el vestido y las zapatillas, las cicatrices llegan hasta mis rodillas así que solo se ven algunas que deja a la vista el vestido y mis brazos están totalmente cubiertos, deje mi cabello suelto. Miro los árboles que vamos pasando, van dos horas de viaje y luego de que salimos de la ciudad solo he visto árboles y más camino.

— Eres muy hermosa Anabel.— dice El Maestro rompiendo el silencio, lo miro, esta vestido como siempre, con su túnica negra pero sin la capucha, hasta su voz es igual a la de él. Me sonrojo y miro a delante.

¡Exijo mi Oscar!

— Gracias Maestro.— digo bajo, siento su mano posarse en mi rodilla desnuda y me tenso un poco.

— No debes temerme Anabel, nunca te haría daño.— dice suave.

Claro y Damián no mata conejos.

— Está bien.— murmuró y lo miro de reojo, sonríe y recuerdo a Demián, me concentro rápido, no puedo caer en eso.

— Te gustara tu nuevo hogar pequeña, ya casi llegamos.— dice acariciando mi rodilla y subiendo un poco a mi muslo, trago seco y deja su mano ahí todo el pinche viaje.

Luego de una hora llegamos a una especie de Castillo, sus alrededores están rodrados de altos murales y frente a él un portón negro gigante, en el medio de este esta la marca que me hizo hacerme en el brazo, el portón al parecer se abre con la marca, tienen un tipo de sensor que cuando el chofer colocó su brazo izquierdo al frente sonó un pitido y el gran portón empezó a abrirse para nosotros, el castillo por fuera tiene un toque antiguo, el camino desde el portón a la entrada esta rodeado flores, parece de un cuento de hadas, solo que ya se que ese sería un cuento muy macabro si tomas en cuenta lo qué hay se hace. El auto se estaciona y El Maestro me pide que espere, se baja y camina hasta mi puerta para abrirla, ofrece su mano para ayudarme a salir y la tomo. Se lleva aún de la mano hasta la entrada, la gran puerta se abre gracias a una chica, es joven pero va vestida de sirvienta, con la cabeza gacha y sin mirarnos a los ojos se queda a un lado de la puerta dándonos paso.

— Bienvenido Maestro.— Musita y noto el nerviosismo en su voz.

— Isabel por favor lleva a la señorita a la habitación disponible junto a la mía y muéstrasela.— dice él sin siquiera mirarla.

— Si Maestro.— dice.— Acompáñeme señorita.

Me guía hasta el tercer y último piso del castillo, por dentro tiene toques modernos pero conservando algunos antiguos, hay cuadros en algunas paredes de personas muertas, mutiladas o de sangre. Se torna más macabro en cada paso que doy. Cuadros de cuerpo abierto, personas sin sus extremidades, niños bañados en sangre y con la boca cocida. Dejo de mirar cuando siento ganas de vomitar. Llegamos a la habitación, es mucho más grande que la de mi casa.

— Está es su habitación, el baño es esa puerta de allá y la otra es el vestidor, ya está su ropa en él, en esas gavetas hay maquillaje, al Maestro le gusta que estén maquilladas pero no exageradamente, no tenemos televisión pero en el segundo piso hay una biblioteca a la que puede acceder cuando quiera, hay dos cocinas, una en el primer piso y la otra está en este, es la última del corredor a la derecha, hay encontrará comida cuando se le antoje pero los almuerzos y cenas son realizados en la cocina de abajo y todo se reúnen en el comedor principal, la habitación del Maestro está prohibida a menos que él te invite y evite entablar conversaciones con los miembros de no ser que ellos les hable primero, puede pedirme lo que quiera, yo soy la encargada de este piso así que si necesita algo mi habitación es la que está frente a la cocina.— dice con firmeza cómo si ya hubiera practicado lo que diría.

— Entiendo Isabel, muchas gracias si necesito algo te llamaré, tengo una duda ahora mismo.

— ¿Cual señorita?

— Llámame Anabel.

— Señorita Anabel.

— No, solo Anabel.

— Anabel...

— Mucho mejor, ahora bien, ¿porque no puedo hablarle a los miembros?

— Es una regla señori... Anabel.— corrige.

— Bien, muchas gracias Isabel.

— Con permiso.— dice y se va cerrando la puerta de la habitación. Esa chica le tiene pánico al Maestro, cuando estuvo él ella casi temblaba, pero cuando nos quedamos solas hablo con un poco más de fluidez, sabrá dios que le ha hecho para que ni siquiera viendo a la persona en la que más confía en su rostro aún así le tenga miedo.

Ámame [fragmentos oscuros]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora