Cuatro

1.3K 148 24
                                    

Salí de lo que parecía haber sido un hotel. El cielo nocturno llovía a cántaros. No me importo salir a empaparme. La lluvia es ambas cosas: un evento hermosamente refrescante y el causante número uno del resfrío.

Sus gotitas son tan patógenas pero tan hermosas.

De la nada comienzo a reír cínicamente. Puse una mano sobre mi garganta al sentir dolor en esta. Es una quemazón dolorosa. Es ahí cuando mis lágrimas caen de mis ojos siendo camufladas por las gotas de agua. Mi cuerpo se empapó por completo. Caí de rodillas. No me importaba que la ropa que doblo mi madre se mojará. Sólo lloré y lloré.

Mi propia madre... El hecho de que ella se aprovechara de mí de esta forma se sentía horrible.

Llamé a por un Ubber que me llevará a casa.

  💫

  El viaje se sintió como una eternidad pero la lluvia era relajante al menos. Además de que el conductor se apiadó de mi mediocre aspecto para poner música melancólica de buenas vibras. Esas baladas relajadas con un cantante que se pone el efecto de voz telefónica para sonar distante de ti cuando está justamente cerca de ti. Cerré mis ojos con la música hippie. Increíblemente moví mi mano derecha al lado del cristal a mi lado en ondas como olas de un océano al igual que mi cabeza.

Todo eso se detuvo cuando el auto llego a ni dulce destino.

—Muchas gracias.— Le di del poco dinero que quedaba en los bolsillos de mis pantalones doblados. Él los tomó agradecido por igual e así; salí de aquel auto hippie en el que sentía que podía quedarme toda una eternidad sin quejarme.

Camine hasta la casa ahora quitándome ese anillo de bodas para tirarlo al césped con un gruñido. Hasta que llegue a la puerta de la casa y golpeé en ella.

—¿Gulf?— Mew pregunta al abrir la puerta. Me ve todo demacrado así que corre a sostenerme de los dos brazos. —¿Estás bien? ¿Por qué tardaste tanto? ¿Tu mamá te hizo algo?

Ahí es cuando comienzo a reír sin gracia alguna. Comienzo a reír como un loco.

¿Tu mamá te hizo algo?— Yo repito su pregunta riendo como un loco maníaco fuera de sí. Mew permaneció serio acariciando mi cachete izquierdo. Es ahí cuando rompo en lágrimas para dejar mi cabeza caer en su pecho sujetándome de su camisa con dos puños.  Quería que me abrazara. Que me dijese: “Todo va a estar bien, no llores por eso.” Pero supongo que como siempre: soy el princesito de familia noble que se ha enamorado de un ogro igual que Shrek y me ha sacado de mi torre a una amorosa versión de Las 50 Sombras de Grey.

—¿Quieres helado?— Esa simple pregunta es lo que basta para hacerme dejar de llorar. Asentí la cabeza como un niño pequeño y fuimos adentro de la casa.

💫

Flashback

¿Los recuerdos pueden empezar con un “Había Hace Una Vez”? Es decir, alguna vez sucedieron.

En fin...

Había una vez había un niño millonario (sí, el niño soy yo) en una escuela pública porque al menos en esa escuela a los estudiantes no les importaba tu dinero. Tenía 14 para entonces y aunque no tenía muchos amigos, era feliz de que no les importase mi dinero. Y de que al menos mencionarán a mis espaldas frases como: «Tiene demasiado dinero.» o «¿Será su rostro de cirugía? Es muy lindo.»

Tóxico(s) • MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora