Capítulo 1

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Era un lugar casi oscuro, solo iluminado por una extraña luz cálida en medio de todo el lugar, ahí se encontraba Ethel, escuchando las voces calmadas de desconocidos.

—Ethel...

Ethel...

Ethel... toca el violín para mi— esa voz llamó su atención, pues claramente era la de un hombre, posiblemente inglés o algo parecido por su forma de hablar.

—Por favor.

—¿Quienes son ustedes?— se atrevió a preguntar tratando de encontrar a los portadores de esas peculiares y calmantes voces que parecían estar a su alrededor.

—Necesito tu ayuda, Ethel— de la nada apareció ese hombre con capucha verdosa y vestimenta elegante antigua.

—Usted... ¿Quien es usted?

—Necesito tu ayuda, Ethel— repitió el hombre encapuchado.

—¿Como puedo ayudarlo?— preguntó Ethel.

—Apresúrate— pidió el hombre ofreciéndole su mano.

—Ethel... ¡Ethel!— le gritó su profesor de danza al notarla mirando al vacío en vez de estar practicando como todos los demás.

—¿Qué pasó?— dijo como un reflejo antes de notar el lugar en donde estaba —¿Como llegue acá?— se preguntó en voz baja. Estaba en su academia de ballet, al parecer haciendo estiramientos, mientras que sus compañeros ya estaban ensayando los pasos de la presentación.

—¿Quieres dejar de balbucear, Ethel? Te pasaste casi 10 minutos mirando a la nada, balbuceando cosas. ¿Qué te pasa?

—Bueno, yo... creo que no me siento muy bien. Voy a buscar un poco de agua y vuelvo para ponerme al corriente— dijo bajando su pie de la barra con una sonrisa simpática.

—Mejor ve por tu agua y no regreses, Ethel. Tu falta de compromiso a este baile envenena el aire del salón. Vuelve mañana, bueno, si quieres.— insistió el maestro.

—No, no, no —. empezó a negar con muchos nervios. —No puedo irme ahora, mi papá me va a regañar. Le prometo que estaré concentrada, por favor— rogó pero fue inútil. El maestro técnicamente la corrió del salón y un hombre la escoltó afuera de la academia de baile.

Decepcionada, la joven recorrió las calles de Lille, esperando no tener que volver a su casa hasta que oscureciera, pues sí su padre se enteraba de que la habían vuelto a echar de una clase, los gritos no tendrían fin.
Así que, en vez de volver a casa decidió pasar el rato en el parque más cercano.

Se recargó en un árbol muy frondoso, se puso cómoda, y sacó de su bolso un hermoso cuaderno de forro rojo, con cerradura dorada que tanto llamaba su atención, luego tomó su pluma morada preferida y se dedico a escribir.

Symphonix: El violín de EthelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora