31. Siri

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Feliz viernes!

Mi avance de tesis desde que terminé de escribir Cinco de Oros es... Cero. Pero me tengo fe, empiezo a ver la luz al final del túnel luego de unas semanas duras. Además, cuanto antes me gradúe, antes podré dedicarle más tiempo a la escritura. Algunas veces al año el síndrome de impostor es más fuerte que yo y me deja agotada sin fuerza alguna para hacer algo, pero por suerte creo que ya anda pasando estos días. Muchas gracias por todos los mensajes de amor y apoyo, no tienen idea de cuánto ayuda para superar esos momentos. 

Como siempre, no se olviden de votar y/o comentar al final del cap si les gustó!

Y el día de hoy en serio me gustaría saber qué creen que se trae Houdini entre manos.

Xoxo,

Sofi

***

¡Estaba entusiasmada por el robo!

Aunque no le podía decir a nadie, lo cual era frustrante. ¿Cuál era el punto de hacer cosas grandiosas si no las podía compartir con los demás? De adolescente, había abusado del confesionario en la catedral de su escuela. Allí podría decir cualquier cosa, y el padre estaría obligado a escuchar sin juzgarla ni delatarla, y tal vez le daría castigos que ella nunca cumpliría. Él había asegurado que estaba atado por juramento a no revelar ninguno de sus secretos, fuera cual fuera su confesión.

Siri lo había presionado, queriendo saber, su curiosidad más fuerte que cualquier cosa. Entonces solo había sido una niña inocente, su mayor pecado el haber robado una malteada de la cafetería o haber teñido de violeta los guantes del profesor de química. Pero había querido saber. Le había preguntado si de confesar un crimen, el padre podría delatarla. Él había dicho que jamás podría compartir una confesión con otro. Le había preguntado si confesaba algo grave, como un asesinado o algo igual de sangriento. El padre le había dicho que seguía de pie el pacto de confidencialidad.

Tonta de ella en confiar en la palabra de un hombre que aseguraba cumplir un pacto divino. Así que una tarde le había dicho que le gustaban las chicas. Al día siguiente sus padres la habían enviado a terapia para arreglar su enfermedad. Tanto para el pacto de confidencialidad y guardar los secreto...

¡Pero nada de eso importaba! Porque pasado pisado y cientos de cosas más que había leído en motivadores sobrecitos de azúcar. Lo importante era que estaba a punto de hacer un robo histórico, y lo peor era que nadie jamás lo sabría. Además del hecho de que As andaba demasiado mandón, enviándole demasiados mensajes y repitiéndole sus indicaciones como si ella no lo hubiera entendido a la sexta vez.

Se sentía mal por haber quedado con Houdini en un café distinto al que finalmente había escogido, pero As había tenido razón al decir que esta otra opción tenía batidos de arcoíris. Necesitaba conocer el sabor del amor. Así que pidió el vaso más grande, se instaló en una mesa cerca de la salida, y vació su mochila sobre esta. Chequeó la hora. Estaba bien.

Abrió su computadora y conectó su antena casera. Se encontraba a un kilómetro del objetivo, más lejos de lo que había acordado con Houdini, más cerca de lo que necesitaba en realidad. Se suponía que estarían comunicados, como en Cross Station, pero Cleo había sido terminante al decir que no volvería a arriesgar su precioso rostro al usar algún dispositivo de comunicación solo porque As no confiaba en el resto, y Siri había tenido que tomar su lado. Ella tenía un precioso rostro.

Tendrían que hacerlo a la antigua, con sus móviles. Lo cual era un inconveniente si Cleo le enviaba un mensaje diciendo que se estaba quedando sin batería y no respondía desde hacía media hora. Siri suspiró. No podía juzgarla, ella podía ver su propio móvil también en rojo. Al menos los chicos parecían estar siendo más responsables con sus teléfonos. As sería capaz de cortarse una mano antes que perder el control, y Houdini era una cosita perfectamente responsable.

Cinco de OrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora