Capítulo 13. Descubrimientos.

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El aire frío atravesaba a los dos jinetes embozados. Llevaban dos días cabalgando y apenas se habían detenido para descansar o dormir por turnos. Ese atardecer marcaría su tercer día de camino.

Durante la noche había nevado copiosamente y en esos primeros momentos de la mañana todo estaba cubierto por un manto blanco. Nevadas como esa a finales del otoño solo auguraban un invierno mucho más crudo de lo habitual. Si bien habían atravesado parte de la cadena montañosa que rodeaba la capital Belka, esa cantidad de nieve era demasiada aún para las partes altas.

Con cautela, pero también con presteza se internaron en el bosque Negro, una enorme y densa masa boscosa que se extendía por varios cientos de hectáreas y que marcaba el final del territorio de la capital Belka. El bosque negro estaba poblado por arboles de anchos y gruesos troncos, altos y frondosos. Los llamaban así porque los árboles que lo poblaban eran de un color verde oscuro intenso, casi negro; y bajo tal follaje, poca luz pasaba incluso en un día diáfano y brillante. En invierno, era casi una noche perpetua, pero los jinetes no tenían tiempo que perder así que cabalgaron durante horas en silencio en medio de la espesura. No había ningún camino reconocible en medio del bosque, ni ninguna señal de que alguien pasara por ahí.

—¿Estás segura de que sabes a donde vamos, Chae? —preguntó Yena oteando alerta los alrededores como había hecho desde que entraron en la masa boscosa.

Ese era un paraje al que los Belka nunca entraban. Menos en invierno. No había manera de transitar y era ideal para ser emboscado en cualquier momento. Conforme el día avanzaba la capitana de Chaeyeon comenzó a preocuparse de cómo iban a salir de esa densidad.

—Aunque no lo parezca... sí, —respondió Chaeyeon y detuvo a su caballo.

Por primera vez, le mostró a Yena el pergamino que su Sandara le había dado.

Era un mapa con indicaciones detalladas. Yena lo miró a detalle, pero todavía sin estar muy convencida.

—Aunque vayamos por buen camino, no hay manera de saber cuánto tiempo nos falta para llegar a la marca. Pronto va a oscurecer, —apuntó la guerrera, —Y después de todo, ¿Qué estamos buscando aquí?

—Lo verás cuando lo encontremos, —dijo Chaeyeon retomando la marcha.

Yena frunció el ceño, pero cabalgó detrás de la castaña tras escrutar los alrededores con desconfianza una vez más.

La poca luz que tenían bajo los árboles comenzó a escasear aún más, conforme el sol inicio su descenso detrás de las nubes gris claro que cerraban el cielo y ligerísimos copos de nieve comenzaron a caer.

En ese umbral de tiempo entre el día y la noche, cuando todo es de color gris y es difícil distinguir la verdadera forma de las cosas, Chaeyeon y Yena escucharon el inconfundible siseo de las flechas y con un sobresalto se prepararon para la batalla.

Cuatro flechas encendidas se clavaron la nieve a una prudente distancia de ella marcándoles el alto.

Las dos guerreras miraron a su alrededor con la mano en la empuñadora de sus espadas.

—Espera Yena... —ordenó Chaeyeon antes de que su compañera hiciera algún movimiento, —Si hubieran querido matarnos hubieran podido hacerlo fácilmente.

—Así es, los intrusos no son bienvenidos aquí, pero al menos les daremos la oportunidad de decir quiénes son y que hacen aquí, —dijo una voz que parecía provenir de todos lados y de ninguno.

Yena y Chaeyeon escrutaron los arboles a su alrededor, las sombras de la noche que caía vertiginosamente hacían difícil ver de dónde venían sus atacantes.

Ahora y para siempre. (Chaekkura/Kkuchaen Ver.) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora