Capítulo 16. Solsticio.

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Tan pronto el día comenzó a clarear, ligerísimos copos de nieve comenzaron también a caer aletargadamente sobre la ciudad. Aunque la nevada era muy ligera, el cielo estaba gris y Chaeyeon sabía que el sol no saldría ni en ese, ni en varios días. Justo como en su interior.

Tras la sumaria ejecución de Sihyeon y Wonseok Kim, Chaeyeon había pedido a Chaeryeong y Sandara que regresaran con Sakura al castillo mientras ella se quedaba a los detalles finales. Chaeyeon no miró a su esposa ni una sola vez. No quería arriesgarse a ver la mirada de reproche, de decepción que, seguramente estaba en sus ojos.

Tal y como ella misma se sentía sobre sí misma.

Los Kim habían sido ejecutados como traidores. No tenían derecho a ningún tipo de ceremonia fúnebre, mucho menos a una cremación y sus cabezas serían exhibidas en la plaza principal, en el mismo lugar donde las hermanas Doyeon y Yoojung serían azotadas ese mediodía y se quedarían ahí por varios días.

Sus cuerpos debían ir a una fosa común, sin marcas, pero Chaeyeon consiguió en secreto que los guardias de la torre le permitieran enterrar los cuerpos de otra forma y con la ayuda de Yena se encargó ella misma de la tarea.

Sacando subrepticiamente los cuerpos en una carreta vieja y desvencijada, y usando las gruesas y raídas capas de los sepultureros de la Torre, Yena y Chaeyeon avanzaron penosamente sobre un camino de nieve hasta el lindero del bosque donde Chaeyeon había decidido enterrar a sus amigos.

No podrían tener ninguna lápida en el sitio que Chaeyeon había escogido para ellos bajo un árbol enorme y añejo, un árbol que era hermoso en verano, aunque en esos momentos se viera deshojado y olvidado. No habría ningún epitafio que hiciera justicia a su bravura y valentía, pero Chaeyeon mirando al que sería el añejo guardián de sus amigos, esperaba que al menos eso fuera suficiente.

Nadie, salvo ellas dos, sabría donde descansaban sus cuerpos. Pero Chaeyeon nunca lo olvidaría.

Con la nieve y el suelo endurecido, les tomó un buen par de horas terminar su tarea. Yena no le había dicho una palabra a Chaeyeon desde que regresaron al castillo desde Glatisan e incluso esa triste tarea, la había llevado a cabo en silencio a su lado. Chaeyeon sabía que su guerrera de confianza, su segunda al mando, no la juzgaba... pero que estaba tan apesadumbrada como ella, aunque no dijera nada. Quizá más que ella porque sabía que no podía hacer nada para aliviar el dolor de Chaeyeon.

Tras terminar, se quedaron en silencio frente a la tumba que no sería una tumba durante varios minutos. Solo se escuchaba el suave crepitar de la nieve en lo profundo del bosque y la respiración de ambas. Chaeyeon cerró los ojos recordando a Sihyeon, desde que habían sido niñas hasta que había llegado a ser parte de su guardia imperial y una de sus mejores guerreras.

Hasta que la voz de Yena la trajo de vuelta al frío, a la nieve... y a la realidad.

—Es muy tranquilo aquí...Creo que ellos estarían... de acuerdo, —dijo Yena volviéndose para mirar a Chaeyeon y esta sintió un nudo en la garganta.

—Regresemos, —dijo Chaeyeon desviando la mirada, temerosa de perder el control ante Yena, —Antes de que empiecen a buscarme y sospechen.

Con pesar mal disimulado, se dirigieron nuevamente a la Torre de Dinsmark. La labor de Chaeyeon no terminaba hasta que todos los castigos hubieran sido ejecutados. Y había todavía uno pendiente del cual su madre decidió que podía desentenderse.

"No hay que darle demasiada importancia al castigo de estas. Además, tras el Racheakt, es importante que la gente te vea impartiendo la justicia del Imperio. Encárgate Chaeyeon... y trata de controlar a tu esposa de una buena vez, por todos los Dioses," había dicho la Hegemon antes de subir a su carruaje y enfilar de regreso a su castillo. Solo había dejado a Kang Seongwu como desagradable recordatorio de su presencia, para dar fe que todo se hiciera de acuerdo a su sentencia.

Ahora y para siempre. (Chaekkura/Kkuchaen Ver.) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora