Capítulo 5.

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-Ya casi no nos queda, Arthur- dijo la señora Weasley con un suspiro-. Tenemos que comprar un poco más...¡bueno, los huéspedes primero! ¡Después de ti, Harry, cielo!.

Y le ofreció la maceta.

Harry vio como todos lo mirábamos.

-¿Qué...qué es lo que tengo que hacer?-tartamudeó.

-Él nunca ha viajado con polvos flu -dijo Ron de pronto-. Lo siento, Harry, no me acordaba.

-¿Nunca?-le preguntó el señor Weasley-. Pero ¿cómo llegaste al callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que necesitabas?

-En metro...

-¿De verdad?-inquirió interesado el señor Weasley-. ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente...?

-Ahora no, Arthur-le interrumpió la señora Weasley-. Los polvos flu son mucho más rápidos, pero la verdad es que no los has usado nunca...

-Lo hará bien, mamá-dijo Fred-. Harry, primero miranos a nosotros.

Tomo de la maceta un pellizco de aquellos polvos brillantes, se acerco al fuego y los arrojo a las llamas.

Produciendo un estruendo atronador, las llamas se volvieron de color verde esmeralda y se hicieron más altas que Fred. Éste se mete a la chimenea, gritando: "¡Al callejón Diagon!", y desapareció.

-Tienes que pronunciarlo claramente, cielo-dijo a Harry la señora Weasley, mientras George introducía la mano en la maceta-, y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.

-¿Qué?-preguntó Harry nervioso, al tiempo que la hoguera volvía a tronar y se tragaba a George.

Están pasando demasiadas cosas a la vez, no sé como hacerlo. Pensó Harry.

Y antes de que tomara un puñado de polvos flu lo detuve.

-Señora Weasley, me gustaría ir primero y recibir a Harry-dije mirando a Harry-. Ya sabe, para darle mayor confianza de que estará bien.

La señora Weasley me miró con ternura.

-Claro que si cariño. Toma-me acerco la maceta.

Antes de tomar un pellizco, pase enfrente de Harry y le guiñe el ojo para tranquilizarlo, cosa que pareció funcionar ya que lo sentí más relajado.

Tome un pellizco de polvos flu y me acerque al fuego. Arroje los polvos a las llamas y di unos pasos hacia adelante. El fuego se percibía como una brisa cálida. Abrí la boca y pronuncie las siguientes palabras, visualizándome en la chimenea.

-Callejón Diagon-dije antes de desaparecer.

Cubierta de hollín, me puse de pie con cuidado. Estaba completamente sola, esperaba que al encontrarme con el dueño de la tienda no se molestará. Pero fue la primera chimenea que visualice. No quería seguir rodando y mareándome por cuanta chimenea se le antojaba parar los polvos flu.

-¿Quién anda ahí?-escuche una voz gruesa.

Los pasos del dueño de la tienda se fueron acercando rápidamente a su chimenea.

-¿Violet?-preguntó entrecerrando sus ojos.

-Hola, señor Ollivander -dije apenada con una sonrisa.

El señor reconoció mi voz y sonrío muy amablemente, me ofreció una mano para poderme levantar y darme una buena sacudida del hollín.

-¡Que dichosos los ojos que te ven, Violet!-dijo alegremente-. Pero mira cuanto has crecido de un año a otro.

Violet Scamander y la Cámara SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora