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Yena abrió la puerta, dejando ver a la peli roja con un puchero en sus labios. Lo primero que hizo sin pensarlo fue abrazarla, con todas sus fuerzas pero a la vez con mucha delicadeza. La pequeña correspondió, dejando su carita en el cuello de la mayor, lo que instantáneamente la hizo sonrojar.

─ Yuri...─ Acabó hablando, tomándole por la cintura y llevándola al sofá, dejándolas a ambas sentadas. La diferencia estaba en que Yuri ahora estaba sentadita en las piernas de Yena.

─ U-Unnie ─ Se hizo pequeña entre los brazos de la mayor.

─ Yuri, lo que sea que tengas en mente respecto entre Chan y yo, es falso ─ Acarició el suave cabello ajeno

─ Él no me gusta, ni lo hará... Solo... Solo somos amigos ─

─ Pero... Unnie m-me dejó de lado... No me gusta... ─ Jugó con sus deditos.

─ No volverá a pasar. Te lo prometo, pequeña... ─ La tomó de los hombros ─ Solo... Solo te prestaré atención a ti cuando estemos juntas.

Yuri la miró con una pequeña sonrisa.

─ Si... U-Unnie.

" Cuando estemos juntas"

Esa frase había hecho el pequeño corazoncito de Yuri latir fuertemente.

─ Unnie...

─ ¿Si... Bebé?

─ Chan oppa le dió un besito en la mejilla... ¿Puedo hacerlo yo también? ─

Y Yena no supo que decir.

─ Y-Yo... ─ Parpadeó y agitó su cabeza ─ S-sí pequeña

Yuri sonrió grande y tomó a la mayor del cuello para dejarle un besito en la mejilla, muy dulce. Y en esa tarde juntas, Yuri no había parado de darle besos en la mejilla a Yena.

Ambas reaccionaban de la misma manera ante esos actos tan cariñosos.

Sus corazones se agitaban.

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