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Yuri llegaba con una sonrisita muy grande a su casa. La mayor le había puesto la atención suficiente y eso le alegraba mucho.

Se tiró a su cama, haciéndose bolita y abrazando sus piernitas con mucha emoción. Algo dentro de su pechito estaba rebosante y hacía que su corazón latiera a mil por hora. Su mente se inundaba de momentos con
Yena y como ésta la miraba.

En especial, pensaba en esos besitos que le daba.

Yuri tapó su carita con sus manos, pensando en como se ponía la mayor
cuando lo hacía. Las pálidas mejillas de la mayor se ponían rojas al instante después de darle un besito.

¿Por qué si era un simple besito, provocaba que su estómago se revolveria como si hubieran miles de mariposas revoloteando en ella?

Yuri tomó una almohada y la puso sobre su rostro, empezando a dar pataditas, emocionada. No sabía que era lo que sentía, pero en difinitiva le gustaba, mucho.

Quizás la mayor le haya echado un hechizo, un hechizo que hacía que su mente se inundara de ella. De su blanca piel, de sus pequeños ojos, sus rosados labios en forma de pato, su sonrisa...

Yuri tenía sus lindas mejillitas del mismo color de su cabello en ese momento.

Si, esa pequeño y tierno hamster era fácil de enamorar.

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