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Cap (4/4)

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Todo el día sábado la pasó metido en su habitación luego de haber vuelto a casa muy temprano. Era usual que saliera los viernes por la noche y volviera con resaca, así que sus padres lo dejaban a su bola. Cosa que agradeció porque estaba realmente cansado. Durmió (o trato de hacerlo) la mayor parte de la mañana y solo se levantó de la cama a medio día cuando Leo fue a buscarlo para saber si iba a bajar para el almuerzo. Hizo un esfuerzo de bajar al comedor, pareciendo un zombie, demasiado ensimismado en sus pensamientos como para poner atención a su familia. Por lo que se perdió las miradas preocupadas que le dieron durante toda la comida.

Por la tarde había tratado de hacer tarea, pero se rindió cuando el dolor de cabeza, así como la tensión de todo su cuerpo fue demasiado como para soportar. Se metió a la cama y durmió de un tirón hasta el día siguiente.

*
El Domingo se despertó muy temprano sabiendo que no podía pasar otro día encerrado entre cuatro paredes con su mente hecha un lio. No conseguiría nada con eso. Así que se enfundó en sus usuales jeans ragados, botas, camiseta de manga larga y una chaqueta impermeable porque el cielo estaba nublado y todo apuntaba a que llovería antes de medio día. Lo que era genial porque le encantaban los días lluviosos.

Fue a su escritorio y tomó el estuche de una cámara semi profesional que no usaba desde hacia mucho tiempo. Y es que si había algo que Raúl disfrutaba era salir por ahí y capturar imágenes de la ciudad. Era algo relajante, algo en lo que podía simplemente dejarse llevar sin pensar de más. Muy pocos sabían que disfrutaba de ese hobby, siendo Leo y...Vic Liberman los únicos que lo sabían.

Se colgó el estuche de la cámara al hombro y bajo directo a la cocina en donde la empleada de servicio ya se preparaba para iniciar el desayuno.

—Buenos días, joven Raúl— se apresuró a decir ella. Era una mujer de mediana edad, que ya contaba con varias hebras de color plateado en su oscuro cabello. De todas las empleadas de servicio, era con la que se comportaba más respetuoso— ¿Quiere que le prepare el desayuno?

—Buenos días...—murmuró — y no gracias, voy de salida— alcanzó un par de manzanas del frutero en el centro de la isla, barras de cereal y una botella de agua del refrí. — Eh, si preguntan por mi, dígales que tenía que salir por un trabajo de la universidad.

—Por supuesto. Que tenga un buen día.

—Gracias, igualmente.

Ella le sonrio amablemente. Dorothea era la empleada más antigua que tenían. Trabajaba con ellos desde que Raúl era pequeño y hubo un tiempo en que le gustaba pasar tiempo con ella, cuando su madre estaba demasiado mal como para ocuparse de él. Dejó la casa rápidamente y subió a su camioneta porque no le gustaba pensar en el pasado. Especialmente en aquel tiempo antes de que Beuford Danields llegara a sus vidas.

Condujo por las calles de White Hole sin rumbo alguno mientras mordisqueba distraidamente una de las manzanas. Y como predijo, a media mañana las gotas empezaron a caer de manera languida. Se detuvo en varios puntos tomando fotografías desde la ventanilla de su camioneta, evitando así mojarse y mojar la cámara.

Sin embargo un par de horas después, decidió ir al mirador el cual se encontraba vacío gracias a la reciente lluvía. Se acercó  a la plataforma de observación para obtener unas cuantas tomas de la húmeda ciudad, de las nubes y de los pajaros que volaban de vez en cuando por el cielo.

Entonces su teléfono había vibrado en el bolsillo interior de su chaqueta. Cuando lo extrajo para ver de quien se trataba, su calma se tambaleó solo un poco. Porque se trataba de la única persona en quien no quería pensar aquel día. O nunca.

Una Lección De Amor (Suerte #7.7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora