Miedos II

1K 74 8
                                    

Amelia se despertó desorientada, no sabía ni que hora era y como acto reflejo lo primero que hizo fue tocar su barriga, la cual había quedado en apenas nada. Luisita desde el otro extremo de la habitación rio suavemente, para después dejar a Iria en la cuna.

-          Parecías la bella durmiente, ¿cómo estás? – decía Luisita mientras acariciaba con cuidado sus rizos.

-          Creo que tengo calmantes por todo el cuerpo porque no me duele apenas nada. Pero es raro – contestó Amelia un poco desorientada.

-          Bueno eso está bien ¿no? ¿Quieres que te traiga a las niñas?

-          Sí claro, que ayer casi no me dio tiempo a verlas. ¿Pero, y Lu?

-          Está perfectamente, pasándoselo genial con todo el mundo, y no ha llorado, se le pasó en cuanto nos fuimos – se anticipó a contestar Luisita.

-          Menos mal, porque me sentía una madre horrible.

-          Pero Amelia, si eres la mejor madre del mundo. Ya verás la ilusión que le va a hacer verte cuando venga en un rato – completaba Luisita mientras dejaba un beso en su pelo y la daba con cuidado a las dos bebés.

Amelia tenía entre los brazos a las dos niñas, mientras que Luisita repasaba con cuidado sus facciones. Las dos comentaban lo mucho que se parecía Valeria a la rubia, mientras que Iria, aunque era prácticamente imposible, era bastante parecida a Lúa. La pequeña conversación se vio interrumpida por el llanto de una de las niñas, desencadenando así el llanto de la otra. Cada una decidió darle el biberón a una, era más sencillo que estar con las dos a la vez. Luisita intercambiaba su mirada con la de Amelia, sin necesidad de hablar sabían perfectamente sobre lo que estaba pensando la otra y lo feliz que era. Cuando las niñas terminaron de comer, las dejaron con cuidado y la cuna, y continuaron hablando.

-          Luisita, ¿tienes un espejo?

-          Sí, supongo que en el bolso. ¿Para? -decía la rubia mientras se levantaba en su busca.

-          Tráemelo por favor, que quiero mirar una cosa. Toma ayúdame, que me quiero ver la cicatriz.

-          A ver Amelia, está un poco mal pero porque no han pasado ni 24 horas. Es normal – intentaba hacerla entrar en razón.

-          Yo me la quiero ver ahora Luisita. Que yo tenía una tripa preciosa y ahora está feísima -decía mientras cerraba el espejo y volvía a taparla – es horrible Luisita.

-          Que no es horrible, ya verás como en nada la vuelves a tener genial. Aunque tu tripa de ahora también es preciosa Amelia, es normal cambiar.

-          Pues no me gusta que esté así – volvía a cuestionar.

Unos golpecitos en la puerta interrumpieron la conversación. Seguidos de estos vieron asomar una cabecita llena de rizos morenos.

-          Mamá – gritó Lúa entrando seguida de su tía María.

-          Pero que guapa estás – decía mientras la aupaba y la llenaba la cara de besos – te hemos echado de menos.

-          ¿Y para mí no hay nada Lu? – decía Amelia con un gesto triste pensando que su hija todavía estaba resentida por lo que sucedió ayer.

-          Claro que si mami, pero me ha dicho la tita que tenía que tener mucho cuidado porque tienes pupa.

Luisita acercó con cuidado a Lúa, que enseguida se zafó de entre sus brazos y se dejó guardar por los de Amelia. Mientras que María había bajado a la calle alegando que volvería en un rato, ya que, quería dejar intimidad a su pequeña familia

Luimelia One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora