1. La primera vez

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Hola, ¿qué tal? 

Los primeros 12 capítulos son puro sexo. Tiene una razón así que continua leyendo porque te aseguró que te enganchará. Además también encontrarás romance entre tanto sexo desenfrenado. No te aburras y continua leyendo ya verás que no será tan película porno como parece en un principio


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Me encanta el sexo, disfruto y gozo tanto del sexo que me paso cada minuto del día pensando en como y con quien disfrutar del gozo de unos buenos orgasmos. No puedo recordar cuando me hice mi primera paja, pero sé que con doce años y después de dos años de incesante búsqueda por fin tuve mi primera relación sexual.

No disfruté tanto como esperaba, mi compañera tuvo varios orgasmos, pero a mí me costó mucho tiempo llegar. Me sentí decepcionado, por fin probé la dicha de besar, acariciar y tomar el cuerpo de alguien, para que finalmente me gustara más usar mi propia mano. Tan decepcionado como estaba me sumergí de lleno en la búsqueda de mi trastorno, miraba y buscaba en miles de películas porno hasta que por fin y por pura casualidad, tras un mes de incansable visualización de películas, se me coló una gay, dos hombres, grandes, fuertes y hermosos satisfaciéndose el uno al otro.

Mientras veía esas imágenes metí la mano por dentro del pantalón donde ya mi polla dura y empapada estaba a nada de liberar su carga, jadeé por lo rápido y explosivo que fue. Esa noche soñé, que era tomado por ambos hombres y al despertar fui plenamente consciente del error que había cometido.

Al menos eso pensaba, decidido a comprobar que estaba en lo cierto y que no sucediera lo mismo que cuando tuve sexo con la chica aquella. Tras almorzar con mis padres les informé que esa noche dormiría en casa de un amigo. Ambos felices y satisfechos no preguntaron mucho, era un niño raro que pasaba mucho tiempo en mi dormitorio, no tenía casi amigos. Nunca decía de dormir en casa de nadie, ni nadie dormía en mi casa. La primera vez que usé esa excusa fue cuando tuve mi primera vez con la chica.

- ¿Necesitas que te lleve?

-No hace falta, no se preocupen iré por mi cuenta.

-Recuerda llevar el móvil y si hay cualquier problema iremos a recogerte, sea la hora que sea.

-De acuerdo, ningún problema. Tendré cuidado. -Mientras recogía la mesa y lavaba la loza observaba a mis padres hablar entre ellos. Los quería mucho y por eso trataba de ocultar todo lo posible mis rarezas.


Era consciente que los compañeros de clase, aunque hablaban de sexo y tenían curiosidad, aún no llegaban a hacer nada. No tenía mucho en común con ellos e iba a mi bola. No era un paria ni nada de eso, en verdad era respetado e incluso me temían un poco. No tenía ningún amigo íntimo, aunque me llevaba bien con todos los compañeros de clase. Estudiaba y sacaba las mejores notas, para así poder tener toda la intimidad deseada y que mis padres no estuvieran preocupados por mí. No bebía, ni fumaba, no me metía en peleas ni follones, era educado con el profesorado y compañeros, de esta forma podía mantener a los adultos ajenos a mis intereses.

Me había descargado una app de citas gais, era parecida a la que había usado para conocer a la morena con la que no había conseguido disfrutar. Un chico de diecinueve años había respondido y era con quien me había citado. Un chico rubio, de ojos azules, cuerpo atlético, de uno ochenta, estudiante universitario, con coche propio, una sonrisa deslumbrante y aunque guapo a rabiar tenía pinta de cachorro.

Observé de nuevo la foto mientras le esperaba en la estación de bus, donde quedamos. Sonrío pensando lo rápido que me respondió, colgué la foto y ya tenía mensajes de él y varios más, debo ser más atractivo de lo que pensaba. Mido uno sesenta, aún tengo mucho que crecer, así que no me preocupa. Delgado, pelo negro lacio, ojos marrones oscuro, piel clara con un rostro algo redondeado por no ser un adulto. Había mentido al chico diciendo que tenía diecisiete años, aunque aún no mayor de edad al menos el otro no se sentiría mal y aceptaría a tener sexo.

En busca del placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora