Temblores, el miedo a lo que pueda pasar, atado. Llanto, tristeza y sin fuerzas. Un monstruo te tiene dominado, te sonríe con malicia y te mira a los ojos. Tus pensamientos y tu mirada iban dirigidos a ese ser abominable, oscuro. Sus afiladas garras se clavan sobre tu piel provocando unas heridas profundas. Emana la sangre y acaba en la punta de una cuchilla.
Intentas enfrentarte con tus pocas fuerzas, pero esa cosa es fuerte. Te tapa la boca, te cierra los ojos. No puedes ver, no puedes oír, solo oscuridad. Te ahogas y te asfixias en el mar profundo al que te han desterrado. Tu cuerpo como un hierro que se hunde, condenado a la más absoluta oscuridad.
Despiertas, abres los ojos mostrando fuerza, color y viveza. Intentas nadar hacia la superficie con dificultad. Una mano en la superficie te presta su mano. Luchas por aferrarte a eso y por liberarte de las cadenas que te ataban.
Pronto pudiste salir y respirar. Acabas en una tierra verde y fértil, tranquilo. Ese profundo océano negro se va retirando, esa tierra húmeda nace flores de distinto tipo, principalmente flores de loto. Todo ha acabado y por fin puedes descansar y reír.
