Capítulo 11

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Sam me acompañó a casa una vez anocheció, algo que yo agradecí.

-Lo he pasado bien- Sonreí.

-Yo también- Me devolvió la sonrisa. -¿Nos vemos mañana?

-Sí, claro- Acepté. -Pero esta vez iré yo a buscarte.

-Te esperaré- Dijo. -Esto... -Se frotó la nuca nervioso. -Hasta mañana, Ann- Dijo y me dio un rápido y dulce beso en la mejilla antes de irse, provocando que un cosquilleo recorriese todo mi cuerpo y mis mejillas enrojeciesen.

-Hasta mañana, Sam- Susurré sin que pudiese oírme antes de que mis labios se curvasen formando una sonrisa.

Entré en casa y me apoyé en la puerta nada más cerrarla. Mi corazón latía a una velocidad acelerada e intente acompasarlo al ritmo de mi respiración.

-¿Estás bien, Anna? -Preguntó mi padre acercándose a la puerta.

-Sí- Dije tal vez demasiado entusiasta. -Estoy... cansada- Mentí. -Buenas noches- Dije dándole primero un beso en la mejilla a mi padre y después uno a mi madre.

Entré en mi habitación, me quité los zapatos y me tiré en la cama, mi cabeza hecha un lío necesitaba reaccionar y pensar.

        Ambos nos separamos después de aquel abrazo que sin duda, necesitaba. Ya había anochecido y decidimos irnos despidiendo ya.

-Mike- Lo llamé provocando que se girase hacia mí. 

-¿Sí?

-Gracias- Sonreí.

-Cuando me necesites- Me devolvió la sonrisa y se giró de nuevo para seguir caminando.

Pude ver desde la acera que Amy ya estaba en casa y que aún no se había acostado debido a que aún había luces encendidas. Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta de casa asustando a Amy por lo que parece, ya que ésta dio un salto y se levantó del sofá para mirarme.

-Hola- Me saludó con una sonrisa.

-Hola- La saludé a su vez.

-¿Has cenado? -Preguntó. -Te he dejado algo de comida en la cocina.

-No tengo hambre.

-Ah- Dijo desilusionada. -Y... ¿Dónde has estado?

-¿No has leído la nota que te dejé? -Pregunté extrañado.

-Ah, sí, sí- Dijo. -Me extrañó que quedases con Mike.

-Es amigo mío- Dije de inmediato.

Ella asintió. -¿Qué habéis hecho? -Preguntó.

-Hablar- Contesté escueto.

-¿Sobre? -Insistió.

-¿Por qué insistes tanto?

-Porque me gustaría saber qué es lo que ronda por tu cabeza- Suspiró. -Antes nos contábamos todo y ahora ya no hablamos.

-¿Quieres que te cuente de qué hemos hablado?  -Exploté. -Hemos hablado de Ashley- Me miró con curiosidad. -Sí, de tu mejor amiga, o eso creía, ya que no os separabais la una de la otra- Negué con la cabeza. -Pero ya veo que me equivocaba- Proseguí. -No he visto el más mínimo indicio de dolor a causa de la pérdida, ni una lágrima, a excepción de en el funeral- Me detuve, ya que observé como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

-No tienes ni idea... -Musitó.

-Lo sé, y por eso quiero saberlo- Me calmé. -¿Vas a explicarme qué es lo que pasa? -Pregunté.

Ella se sorbió la nariz e incapaz de mirarme a los ojos negó levemente con la cabeza.

-No puedo... -Sollozó.

-No vuelvas a pedirme que te cuente cosas cuando tu eres incapaz de hacer lo mismo conmigo- Bufé. -Hasta mañana- Dije furioso de camino a mi cuarto.

-Lo siento... -La oí susurrar antes de cerrar mi puerta de un portazo.

        Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos después de oír todo lo que me decía.

-No tienes ni idea... -Musité, y en realidad era cierto, no sabía nada, pero no le culpaba por ello, en cambio el me estaba acusando a mí de cosas de las que no debía, ya que no eran ciertas.

-Lo sé, y por eso quiero saberlo- Dijo ahora más calmado. -¿Vas a explicarme qué es lo que pasa? -Preguntó justo lo que no quería que preguntase, ya que no podía explicárselo.

Me sorbí la nariz incapaz de mirarle a los ojos y sollocé.

-No puedo...

-No vuelvas a pedirme que te cuente las cosas cuando tu eres incapaz de hacer lo mismo conmigo- Bufó. -Hasta mañana- Dijo cortante yendo a su habitación.

-Lo siento... -Susurré antes de que cerrase la puerta de su cuarto.

Me sequé las lágrimas, cogí las llaves y salí de casa, necesitaba tomar el aire.

Mientras caminaba, pequeños soplos de una suave brisa de verano rozaban mi rostro erizándome la piel al contacto con el frío, y entonces pude pensar con claridad.

No estaba actuando correctamente, no podía seguir con esto. Ya que no sólo engañaba a mi hermano, cosa que me hacía sentir peor de lo que ya me encontraba, sino que me estaba engañando a mi misma.

Estaba encubriendo a alguien de quien estoy perdidamente enamorada con la esperanza de que así, mi amor por él fuese correspondido algún día. Pero ese día no llegaba, y me había cansado de esperar, de darlo todo por él y de no recibir nada a cambio, no podía más.

Mis pies tomaron la iniciativa y me condujeron hasta su casa, frente a la que me paré en seco una vez llegué. Tenía que dejar de encubrirle, tenía que fallarle, por mucho que me costase hacerlo, elegía hacer lo correcto, y él debía saberlo. Por eso caminé hasta allí, para informarle sobre mi decisión, no quería mentir más, quería empezar a ser sincera, y empezaría siéndolo con él. Dudé, pero al final subí los escalones del porche, avancé hasta puerta y llamé al timbre. Una de las luces se encendió dentro de la casa y escuché como pasos se aproximaban hacía dónde yo me encontraba. Entonces la puerta de la entrada se abrió y allí apareció él, descalzo, con unos pantalones de chandal, el torso desnudo perfectamente tonificado, sujetando la puerta con una mano y frotándose los ojos con la otra.

-Es tardísimo- Gruñó. -¿Qué quieres?

-Sí, lo sé- Me disculpé. -Verás... -Comencé. Un nudo se formó en mi garganta y no era capaz de decir lo que tenía que decir.

-¿Qué pasa, Amy? -Insistió cansado.

-Yo...

-¿Tú? -Inquirió ladeando la cabeza.

-No puedo seguir guardando tu secreto- Solté de sopetón.

Mis palabras provocaron que tensase su mandíbula. Entonces reaccionó y comenzó a acercarse a mí con pasos firmes, mientras yo retrocedía sobre mis pasos. Me preocupaba que no hablase, pero más que eso, me asustaba.

Para cuando me di cuenta de que el porche acababa y de que lo siguiente eran escalones, ya era demasiado tarde. Caí de culo en el césped y él se agachó a mi lado alargando uno de sus musculosos brazos hacia mi pelo y puso uno de los mechones detrás de mi oreja para así tener vía libre y pudiese escuchar con claridad lo siguiente que iba a decirme.

-Me temo que entonces vamos a tener un problema- Susurró a milímetros de mi oído provocando que me estremeciese.

Oscuros SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora