2. El Corazón Del Supremo

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Shi QingXuan se encontraba en su lujosa habitación. Las paredes de su palacio eran completamente de oro, con incrustaciones de piedras preciosas, cuadros y estatuas por todos lados. En su habitación tenía una pequeña sala de estar, la cual tenía varios cojines elegantes para sentarse y una mesa baja para colocar licor y botanas.


Había bebido ya cuatro tazones de licor y sentía la cabeza algo adormecida. Esperó por al menos media hora después de enviar el mensaje a su Ming-xiong pero nada, ni siquiera había respondido si vendría o no.


En ese tiempo se dirigió a la cocina de su palacio y trajo un enorme costal de semillas de melón, que vertió en un tazón. Miró y sentía que el tazón era muy pequeño así que se dispuso a ir por otro más grande y lo llenó hasta el tope. Una vez que ambos tazones estuvieron llenos colocó su mano en su barbilla y se dijo a sí mismo


­-Mmm no, Ming-xiong es muy glotón, no va a llenarse con esto...


- ¿A quién llamas glotón, imbécil? - de repente, esa fría voz atravesó su ser y de pie con los brazos cruzados estaba el Señor de la Tierra con sus impecables túnicas negras y la mirada entornada hacia él.


No era mentira que su amigo era un hombre demasiado cautivador: alto, mucho más alto que él, ese porte frío y serio, la piel pálida tan blanca que contrastaba aún más con aquellas túnicas negras que remarcaban su musculatura discreta, así como el ancho de sus hombros y sus piernas fuertes. El cabello negro como la tinta atado límpidamente en una coleta alta con un mechón de cabello enmarcando su afilado rostro. Sus facciones eran sumamente atractivas, sensuales... Podrían hacer a cualquier doncella suplicar por su favor, sobre todo una vez que te fijas en esas cejas afiladas y esos ojos centelleantes y dorados... ¿Cómo decir no? Apostaría su palacio a que no hay ni una sola mujer que pueda resistirse a tal culto masculino.


-¡Ming-xiong! ¡Si viniste! - se aproximó a abrazarlo, pero Ming Yi de inmediato lo apartó con sus palabras afiladas


-Solo vine porque dijiste que había comida y vino. No me interesa lo demás - espetó Ming Yi mientras esquivaba su mirada hacia el plato


-Jajaja, sabía que si decía que habría comida vendrías sin importar la hora - Shi QingXuan río estrepitosamente mientras extendía un brazo - Pasa, pasa. Todo lo que veas es tuyo. Puedes tomar lo que tú gustes en mi palacio - aseguró QingXuan con una sonrisa mientras se sentaba.


Ojalá ese tarado no hubiera dicho eso, ya que después de todo Ming Yi había fantaseado con él severamente antes. Había fantaseado que lo invitaba acurrucarse uno a lado del otro mientras suplicaba por sus manos.


"Ming-xiong. Tócame aquí, pon tus manos aquí... ¡Ngh! Ming-xiong..."


-¿Tienes sueño Ming-xiong? Pareces disperso - la voz del Maestro del Viento que aún seguía en su forma femenina rompió aquella ensoñación.


-Solo pensaba si en verdad tu hermano no se pararía por aquí - dijo Ming Yi con la mirada baja mientras tomaba semillas de melón del tazón.


-¡Él no vendrá! Confía en su barrera, ¡pero no pensó que yo tuviese otros medios para burlarlo! Jajajaja - QingXuan se jactaba de salirse con la suya - Además, ¡qué injusto! Mi Ge iba a ir a brindar con Ling Wen y el General Pei... ¿Y yo debía quedarme a dormir como un niño de seis años? Por supuesto que no - mientras pronunciaba esto, echó su cabeza hacia atrás y bebió todo el contenido del tazón hasta el fondo. Una gota se deslizó por la comisura de sus labios recorriendo todo el camino de su barbilla hasta su cuello y se detuvo por encima de su clavícula. Ming Yi miró hipnótico la gota. Sentía que con la punta de su lengua podía seguir todo el camino de regreso hasta los labios de esta hermosa mujer...

ANTES DE QUE TE DIGA ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora