12. Confesión Arrastrada Por La Marea

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La luz del sol comenzó a filtrarse a través del las cortinas blancas y la brisa matutina se coló dentro de la habitación.


Un rayo de sol se movía perezosamente hasta alcanzar las pestañas de la persona que se encontraba recostada en la cama. Como si se tratara de un insecto caminando por su rostro, Shi QingXuan se levantó de la cama súbitamente, aún si estar completamente despierto, jadeando pesadamente y otra jaqueca ya lo esperaba.


Parecía ser una de aquellas veces que también había bebido hasta casi quedar inconsciente, que había imaginado que...


No importaba


Dio un largo bostezo mientras las esquinas de sus ojos dejaban ir los últimos rastros de su llanto y sacudió su cabeza para ahuyentar el sueño de anoche. Al hacerlo, se percató que su cabello se había convertido en una masa espesa y esponjosa de rizos, completamente enmarañada. Palpó con sus manos el cabello desordenado y se puso de pie apresurándose hacia la ventana.



Pudo ver el sol apenas asomándose a través de las montañas indicando que aún era temprano. Tenía tiempo suficiente para prepararse y comer algo.



Se precipitó hasta el tocador de su habitación frente al espejo de bronce. Nuevamente pudo ver su rostro demacrado, pero al haber dormido temprano y cómodamente los rastros de cansancio se habían desvanecido considerablemente de su piel. Hizo un puchero frente al espejo y varias muecas mientras pellizcaba sus mejillas y jalaba ligeramente sus labios, mirando diferentes ángulos de su rostro.



–Creo que...aún soy algo bonito – pronunció en voz alta. Se sintió como si alguien más lo hubiese dicho y se ruborizó de su propio comentario – ¡Aiya QingXuan! ¿Cómo puedes sonrojarte de tu propio cumplido? ¡Pff, jajajaja! – rio y su ánimo se elevó. Esa era lo mejor de él: que siempre podía pintar una sonrisa en su rostro a pesar de que lo asaltaran un millón de adversidades.



El tocador era sencillo, pero había varios cajones en la parte de abajo. Antes de husmear entre ellos fue al cuarto de baño donde encontró las túnicas dobladas. Estas eran en color blanco con detalles plateados y marinos alternadamente. La tela era fina y el bordado era exquisito.



"Su alteza si que tiene un gusto refinado" pensó para sí al recorrer sus dedos por la túnica superior y evaluar la calidad con el ligero toque.



Unos minutos pasaron y el salió completamente con un atuendo diferente. Se miro en el gran espejo de bronce. Realmente, a pesar de su pérdida de peso las túnicas añadían volumen a su cuerpo y lucia incluso proporcionado, aunque su cintura se veía más fina que de antaño.



–Solo dejaré el cinturón un poco más suelto y...¡Listo! – dio algunas vueltas para admirarse. Se veía bien – Ahora, va la cara y el peinado – llevó las manos a su cintura y resopló, como si se tratase de una gran tarea.

ANTES DE QUE TE DIGA ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora