Un curioso sitio para guardarse unos dracmas

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POV Luke

-Alecto te estoy viendo – murmuré levantando la mirada de mis cartas mientras veía a la furia usar una de sus grandes garras con disimulo para coger otra carta del mazo.

-No estoy haciendo nada – protestó para luego soltar un grito de dolor cuando Agrious interceptó su garra sujetándola con fuerza sobre la mesa.

-¿Y esto qué? Tramposa – la acusó levantando la carta que había cogido y dejándosela a una arpía para que baraje las cartas que quedan de nuevo.

Les había explicado muchas veces cómo se jugaba al poker, pero aún así, seguían haciendo trampas usando la excusa de que explico tan mal que no se enteraron.

-Lo único que sé de ti es que eres escurridizo y sabes jugar bastante bien al poker – comenzó de nuevo Drew Tanaka paseándose alrededor de nuestra mesa, dejando una caricia en mi hombro que me producía escalofríos, en el mal sentido – Y que eres un traidor – añadió en un susurro cerca de mi oreja.

-Más que suficiente – respondí lanzando otra carta y vi cómo Alecto movía sus alas con nervio, no tenía una buena mano, o garra. Aunque eso lo supe desde antes, no hubiese querido hacer trampas de no ser así.

-¿Con la rubita y la rabiosa también jugabas a esto? - preguntó y paré de hacer cualquier movimiento para encararla.

Era guapa, mucho, pero era tan fea por dentro que todo su encanto se reducía al nivel de una mantícora luego de comer. He visto y vivido eso, no es nada agradable para los sentidos, todavía tengo pesadillas al recordar cómo saca de nuevo la comida que se comió, para tragársela más tarde.

-Sabes perfectamente que ese tema está vetado – respondí volviendo a mi juego, lanzando dos dracmas más, apurando la apuesta.

Me miró furiosa, sus ojos marrones parecían querer enterrarme bajo tierra por no cumplir sus caprichos, como siempre. Había aprendido algo en todo este tiempo sobre Drew Tanaka, a veces las apariencias no engañan. Ella parecía ser la típica chica superficial, cotilla y caprichosa, siempre queriendo destacar y ser la primera y la favorita en todo; pues era cierto, aún intentando buscar con paciencia algún rastro de bondad en ella, no lo había, estaba seca y vacía de buenos sentimientos.

-Prometiste que no ibas a jugar sin mi – dijo Oreius mirando a su hermano cuando entró por la puerta, salvándome de la respuesta de Drew.

-¡Siempre pierdo contigo! Este asqueroso humano ya nos ha quitado cuarenta dracmas – protestó Agrious subiendo cinco dracmas más mientras cambiaba una carta. El asqueroso humano era yo.

-El capitán quiere verte – ignoró Oreius a su hermano mientras me miraba y me levanté rápidamente de la mesa asintiendo.

-Si abandonas la partida pierdes – canturreó la furia.

Me encogí de hombros, tampoco me importaba mucho, todas estas semanas aquí había logrado hacerme con una buena cantidad de dracmas, eran demasiado torpes y poco inteligentes estratégicamente hablando. Por perder unos pocos no me arruinaría.

-Sin armas – señaló la espada colgando de mi cinturón mientras acercaba su enorme para a mi arma.

-No pienso ir sin ella, no me fio de ninguno de vosotros – negué reposando la mano en la empuñadura.

El oso enorme se me quedó mirando mientras fruncía el ceño, pensando si sería conveniente arrancarme la cabeza de un zarpazo; lástima para él que estaba bien protegido por Prometeo, todavía le era útil, parecía ser la única cabeza pensante en este barco a parte de él, los demás, pura estupidez.

Alecto se repartía sus ganancias con Agrious, con júbilo. Sus colmillos amarillentos se asomaban por su arrugada cara mientras sonreía al ver los dracmas tintinear en la mesa hasta caer entre sus alas de murciélago donde llevaba dos bolsitas atadas con su dinero. Era un muy buen escondite, ahí dentro apestaba y si le añades que está demasiado cerca del alcance de sus colmillos, a ninguno se nos ocurriría intentar robarla.

Lost at sea: CarnageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora