Había pasado una semana desde esa cacería improvisada en la que Adora y Catra se metieron por pura "casualidad". La rubia estaba cada vez más nerviosa, realmente se esperaba que la policía se apareciera en su departamento en cualquier momento, cosa que nunca pasó. Estaba segura de que había sido captada por la cámara de seguridad de la morgue, hizo lo posible por ocultar su rostro pero no lo había logrado del todo.
¿Entonces por qué aún no llegaban a su casa con armas para ponerla tras las rejas?
De acuerdo, admitía que tal vez estaba siendo algo paranoica pero era algo que no podía evitar.
Su profesor de historia estaba bien. Algo débil pero se había recuperado con el paso de los días. Por cosas como esas no se arrepentía de haber acabado con ese demonio.
Lo haría de nuevo sin pensarlo.
Después de todo había salvado una vida, eso la hacía sentir orgullosa en cierta forma. Como si fuese una super chica que salvaba a las personas del mal. Para su suerte o "mala" suerte, ella no era ninguna heroína y nunca lo sería.
Su vida era ordinaria: asistir a la universidad, estudiar, pagar la renta de un apartamento, cocinar, seguir estudiando, dormir y repetir lo mismo del día anterior. A veces se hartaba de llevar una rutina tan común, pero en su mente se repetía que al menos estaba segura y su vida no peligraba a cada maldito segundo. Como si no hubiese aprendido nada del agitado estilo de vida que llevaba su tía, ella definitivamente no quería eso para ella... Ni para Catra.
La morena actuaba de forma normal, evitaba lo más posible mencionar el tema de la cacería. Siguió asistiendo a su trabajo en aquella vieja cafetería de la ciudad, de la cual no había sido despedida a pesar de faltar todo un día sin dar excusas del porqué.
Una vida normal para dos chicas “normales” de California.
Adora suspiró y se recostó sobre su lugar en la mesa de la cafetería de su centro estudiantil. Por alguna razón se sentía extraña, de un momento a otro dejó de encajar en su propia rutina y solo se la pasaba suspirando y sin ánimos de nada.
Su compañera, Claire, había notado eso y no dudó en preocuparse. La rubia solo respondía con una sonrisa alegando que se le pasaría en unos cuantos días.
Bueno tal vez en unos meses.
Ni siquiera se dio cuenta de que el día había avanzado. Ya sus clases habían finalizado y se encontraba de camino a su departamento en su deportivo rojo.
Pestañeó varias veces y miró alrededor.
¿En qué momento se había subido a su auto?
Decidió concentrarse en el camino para evitar algún accidente. Un bostezo la atacó y lo dejó salir sin oponerse a este. El fuerte sonido de aquella acción, opacó la notificación que acababa de recibir en su celular.
No sabía cómo pero logró arribar sin problemas al estacionamiento de su edificio. Dejó su coche en el lugar de siempre, notando a un costado del auto rojo, el viejo Cadillac Fleetwood 1964 de Mara. Posó su mirada nostálgica sobre este.
No lo admitiría pero extrañaba ver a Mara conducir aquel auto negro.
Dejó de lado el sentimentalismo y subió hasta su departamento. Tiró su bolso sobre el sofá y se dirigió hacia su habitación. Se colocó ropa más cómoda y se sentó en su pequeño escritorio, dispuesta a trabajar en los proyectos que debía entregar a la universidad.
No pudo concentrarse mucho, de un momento a otro se encontró a sí misma dibujando en su cuaderno la forma de real de aquel monstruo que casi acababa con su vida hace varios días.