Una pequeña piedra impactó sobre el cristal de la ventana, haciendo que la chica se removiera sobre su cama, curiosa por el sonido reciente. Otro golpe fue necesario para que esta se levantara de su cómoda posición y abriera la ventana con cuidado.
Una silueta fue perceptible desde lo alto de la habitación.
- ¿Drew? – La chica preguntó confundida mientras lo veía trepar hasta ella - ¿Qué haces aquí?-
- Solo vine a verte – Entró de una vez a la habitación y cerró la ventana tras de sí – Este lugar es horrible – Miró alrededor con algo de asco.
- Debes irte, si las hermanas se enteran de que estás aquí recibiré un buen castigo – lo empujó un poco contra la ventana.
- Hey calma – Tomó sus hombros y se acercó a besarla – Ya que estoy aquí, ¿por qué no nos divertimos un rato? – Fue empujada hasta la cama individual y cayó sentada en esta. El chico no perdió el tiempo y se despojó de su camisa, ella dudó por unos momentos pero en unos segundos se encontró siguiéndole el juego a su novio.
Se besaban con pasión mientras él poco a poco se trepaba en la cama, hasta quedar sobre ella. Sus dedos recorrieron el abdomen expuesto de la chica mientras su boca se concentraba en su cuello. Un gemido suave salió de los labios de ella, sus dedos se enredaron en el cabello de su pareja.
Las caricias sobre su cuerpo desaparecieron de momento. Extrañada por la ausencia de estas, abrió sus ojos, los cuales había cerrado desde hace unos segundos. El chico estaba muy ocupado quitándose sus jeans. Ella rió y lo imitó, despojándose del short de su pijama.
El espejo de la cómoda situada a un lado de la cama, se empañó como por arte de magia y la temperatura en la habitación descendió drásticamente. La pareja estaba demasiado ocupada como para percatarse de la tercera presencia en la habitación, justo en la esquina más oscura del lugar.
Otra botella explotó y los trozos de vidrio cayeron al suelo, uniéndose al resto de ellos esparcidos por el terreno junto a la cerca de madera.
Dos personas observaban como la morena practicaba con su nueva arma. Luego de haber decidido que harían con sus vidas, Adora dejó la universidad y ambas se mudaron desde California a su antigua casa en Iowa. Les fue raro pisar aquel lugar en las afueras de Sioux City, rodeado de naturaleza y alejado por un viaje dos horas en auto, de la civilización. Para Mara era el lugar más seguro, por eso la tuvo ahí desde que la adoptó hasta los dieciocho.
Era nostálgico e incómodo volver a su propia habitación, la cual la vio crecer durante tanto tiempo.
Adora había decidido pedirle ayuda a aquel cazador, Travis, el cual sin ningún problema se ofreció a enseñarles a ambas todo lo que sabía, empezando por el uso de armas. La rubia sabía lo básico y se le daba bastante bien manejarlas, pero Catra jamás había disparado en su vida, por suerte, había cogido el truco bastante rápido según Travis.
La rubia tomó otra botella de cerveza de la hielera a su lado, ofreciéndosela al hombre junto a ella.
- Es bastante buena – La voz del cazador la hizo girarse para ver a su compañera, quien rompía todas las botellas sin fallar en ningún tiro. Adora sonrió y asintió, bebiendo nuevamente de su propia cerveza.
La notificación de su móvil la alertó por un segundo. Lo tomó en sus manos y leyó. Otras coordenadas de aquel número privado. Frunció el ceño y llamó la atención de su compañero.
- ¿Ocurre algo? – Ante esa interrogante, Adora le pasó el móvil al hombre.
- Tanto misterio con ese número me tiene de los nervios – Le dijo algo molesta - ¿Al menos tú sabes quién es? –