Era el décimo vaso de whisky que pedía esa madrugada.Aparentemente, lucía muy ebria. El cantinero la miró con la ceja alzada, Catra le hizo el gesto de que volviera a llenar su copa y este lo hizo sin dudar, no estaba ahí para juzgar a los clientes, si ellos querían morir por coma etílico él no era quien para impedirlo.
La morena bebió de un trago todo el contenido del vaso, antes de pararse echó una última ojeada al bar. La mayoría eran tipos, tan o más ebrios que ella, algunas camareras coqueteando con los clientes y otras pocas haciendo correctamente su trabajo. La de ojos bicolores suspiró para sacar, de forma torpe, algo de dinero de su bolsillo trasero y dejarlo sobre la mesa. Caminó como pudo hacia la salida del local.
Al estar afuera el aire fresco de la madrugada golpeó su cara. Catra cerró los ojos y se permitió sentir esa sensación que envolvía su cuerpo, pero el calor del alcohol recién consumido seguía presente. Se quitó su chaqueta negra y la amarró a su cintura, recogió su cabello en una coleta alta y emprendió su camino hacia el motel donde ella y su compañera estaban pasando la noche.
Al haber andado por unos minutos, se sintió incomoda, era evidente que alguien la estaba siguiendo y al parecer no era nada bueno siendo discreto. Llevó su mano a un costado de su jean, donde tenía su arma lista para cualquier emergencia. Continuó su camino como si nada estuviese fuera de lugar. Al doblar en una esquina fue emboscada por un hombre, corpulento, algo barbudo, alto y por mucho, más fuerte que ella. Catra se retorció entre los brazos del hombre, los cuales la tenían agarrada fuertemente en una llave.
43 horas antes.
Adora salía de la ducha, acaba de entrenar, justo como hacía todos los días en la mañana, claro, siempre y cuando no estuviera trabajando en un caso por el cual no recibiría ninguna paga pero hey, salvar vidas era suficiente para pagar el agua y la luz.
Suspiró mientras se secaba el cabello con una toalla sobre sus hombros.
No vio a su compañera por ningún lado, así que supuso que estaría en la tienda más cercana haciendo las compras.
Se dejó caer sobre el sofá, tomó su laptop y la colocó sobre sus muslos. Desde hace más de seis meses no recibían ningún mensaje de ese número misterioso que en un principio las metió en todo eso. Así que tuvieron que recurrir a encontrar sus propias misiones como todos los cazadores normales hacían: vía internet, ¿quién diría que el internet era más que Youtube y videos tiernos de gatitos?
Buscó durante una hora, nada le pareció lo suficientemente raro como para que fueran “su tipo de raro”, hasta que algo le llamó la atención. Sonrió y apagó la laptop.
Últimamente se ponía de buen humor cada que encontraba algún caso, cazar la hacía sentir fuerte, lo cual era bastante extraño. Ella siempre temía convertirse en eso que era ahora, ya no se reconocía pero poco le importaba. Por una vez en su vida se sentía con el control, capaz e invencible. Un sonido proveniente de la puerta llamó su atención, dirigió su mirada a esta y divisó a su compañera entrar con varias bolsas en la mano. Sin demora se paró del sillón y fue a ayudarla a llevar las cosas a la cocina.
- ¿Qué tal las compras? – Intentó sacar algo de conversación, últimamente ella y la morena se habían vuelto más distantes. Rara vez hablaban de algo que no tuviera que ver con el caso en el que estuvieran trabajando. Adora sentía como si un abismo se estuviese formando entre ellas poco a poco.
- Lo de siempre, se cayó el servicio y tuve que pagar con dinero en efectivo. Me alegra haber llevado suficiente – Esas fueron sus palabras antes de guardar las cosas en el refrigerador. Sin darle tiempo a la rubia de contestar, Catra abandonó la cocina y se dirigió hacia el baño.