VI. ¿Quién carajos es Dios?

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Toc, toc

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Toc, toc.

—Yoongi, necesito hablarte.— Yoongi no respondió desde el otro lado de la madera.

—Por favor, al menos déjame saber que estas bien.— La puerta se abrió unos centímetros dejándole permiso al mayor para adentrarse en la habitación.

El pelinegro caminó nuevamente hacía su cama y se tapó dandole la espalda al mayor, Seokjin se quitó su saco de traje y lo colgó en un gancho que estaba en la pared.

La tela de la sábana era tan fina que podía ver que el menor tan solo estaba en ropa interior, además, la tela se aferraba a él, marcando su silueta remarcada en su cintura.

—No debe estar aquí, hyung.— Su voz grave y ronca resonó por toda la cabeza del mayor, podía decirse que hacía sus piernas temblar.

—¿Por qué, Min?— Caminó hacía la cama y se sentó en esta a un lado del menor.

—Porque lo que hicimos estuvo mal y usted debería saberlo.— Seokjin miro al pelinegro sobre su hombro, este todavía le daba la espalda.

—¿Por qué estuvo mal?— Yoongi dió un suspiro pesado, nunca fue muy paciente con los demás y las interrogaciones interminables.

Se volteó.

—Por que dos hombres no deberían besarse, Seokjin.—Respondió seco y sin honoríficos, finalmente mirando al mayor, algo que quizás pudo molestarle a Seokjin pero ni siquiera el mayor le prestó atención a tal falta de respeto.

Se dio vuelta sobre si, pero no del todo, tan solo giro su pecho hacía la dirección del castaño. El pecho de Yoongi había quedado descubierto y Seokjin hacía todo esfuerzo para no bajar su mirada, Yoongi lo miraba con el ceño fruncido y si las miradas pudieran matar, Seokjin ya estaría en un cajón tres metros bajo tierra.

—¿Quién lo dice?— Seokjin seguía con sus facciones relajadas y sin ninguna expresión en su rostro mientras se acercaba lentamente al rostro del menor.

—Dios.— Yoongi comenzó a ponerse nervioso y miraba los labios de Seokjin para luego volver a sus orbes.

—¿Y quién carajos es Dios?— Tomo a Yoongi por la nuca y junto sus labios, Yoongi no dudo un momento en dejarse llevar por el impulso del mayor.

La verdad que Seokjin, en poco tiempo, se había vuelto una necesidad.

Seokjin acarició el cabello del menor, enredándose entre este para luego bajar una de sus manos a la cintura del pelinegro. Yoongi rodeó el cuello del mayor y se atrevió a abrir su boca para permitir el paso de sus lenguas y que estas se encontrarán a jugar.

Seokjin se sintió volar al danzar entre las dos bocas, mantenían sus ojos cerrados pero podían verse a través de sus corazones. Yoongi atrajo a Seokjin hacía su cuerpo y este no lo evitó, apoyó sus manos a los costados del pelinegro para no aplastarlo.

Óleo para el principe |  jinsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora