xvi. la perpetradora y el verdugo

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VIEJOS DEMONIOS,
capitulo dieciséis: la perpetradora y el verdugo!


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          EN ESE PRECISO MOMENTO, cuando la rubia le dejó los puntos claros a su marido, Joy concluyó que la misión continuaría siendo un constante tironeo y afloje para los dos capitanes. Más cuando Chris estaba empezando a perder la compostura al no poder vislumbrar ni al monstruo o a la perpetradora de los ataques. Ella entendía aquel sentimiento, sin embargo, decidió no aceptarlo como él lo estaba haciendo: Joy se acobardó ante el puro sentimiento y sed de venganza cuando esa emboscada terminó con toda su unidad, se negó el caer a ese hoyo por venganza — más bien lo hizo de tristeza, trauma y miseria. Pero bueno, ¿quién era ella para dar sermones sobre cómo sobrellevar la muerte de toda una unidad? La única cosa concreta que ella podía sacar de todo esto era: Chris Redfield estaba a punto de meter la pata y ella debía evitar que él la metiese por el bien del equipo, por el maldito bien de sus hombres; y por supuesto, por su salud física y mental. Joy lo intentaba con muchísima atención, pero, a veces su marido era una pared de piedra.

          Empezó a considerar en pedir un gran proceso de rehabilitación para su marido.

          (Y eso iba mucho más allá del área de experiencia de la doctora Atlas, incluso estando retirada.)

          La rubia siguió a sus hombres por los interminables pasillos del edificio y siguieron los rastros de destrucción junto con el incesante olor de la sangre derramada. Patearon puertas, allanaron diferentes lugares y no había rastro alguno del monstruo.

          —¡Maldita sea, tampoco está aquí!—exclamó Reid, uno de los hombres restantes de la unidad de Chris.

          —¡Sigan buscando!—ladró el capitán avanzando.

           Joy tuvo que respirar muy hondo para no sentirse mareada frente al olor a sangre, dos ratas pasaron corriendo frente a ella y el movimiento de piernas hacía eco en el lugar. Aún así, no había rastro alguno del BOW, como no había rastro de cualquier ruido que irrumpiese en el silencio tenso que rondaba en el aire, donde solo un cuchillo podía cortarlo en pedacitos. La mujer de cabellos rubios trenzados siguió a su marido a una de las habitaciones, inspeccionándola. Sus orbes verdes miraron en su dirección, contemplando el cuerpo del castaño que empezaba a mostrar rastros de suciedad, sangre seca y sudor (en los lugares correctos, claramente). Su pose al agarrar el arma grande era practicado, medido, completamente profesional comparado al de su teniente, quien a pesar de tener experiencia militar: aún le faltaba mucho por aprender.

          Desvió la mirada cuando Chris se dio cuenta de que era observado y prosiguió, pateando otra puerta abajo.

          —¿Dónde estás, hijo de puta?—masculló ella apuntando con su arma.

MORTALITY ━━ Chris Redfield ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora