V. TRAS TESTIGOS DEL MAL.

745 79 68
                                    

El lujoso génesis negro se estacionó frente la estación de policía de Worcester. Dentro de él, los detectives tarareaban lo que parecía su canción preferida. Every Breath You Take. Sin darse cuenta uno cantaba la melodía y otro la letra. Apearon y encaminaron al lugar. Harry abrió la puerta a su compañero y éste sonrió en agradecimiento. Llegaron a recepción; un hombre de cabello muy rizado y gafas estaba sentado observando la pantalla del computador.

—Buenas tardes, detectives Brown y William del departamento de policía de Stockbridge. Estamos en un caso y necesitamos información sobre dos hombres.

—¿Permiso?

Mostraron sus placas al joven, le dio un reojo, asintió y comenzó a oprimir algunas teclas.

—Podrán encontrar el cuarto de registros en el pasillo de la derecha. Busquen por Julio Krane.

—Gracias, que tenga un buen día—esta vez habló Louis.

Dieron media vuelta siguiendo indicaciones del recepcionista. Louis no necesitó ver a Harry para saber que estaba a punto de decir algo, o quejarse.

—Nos miró feo—se quejó.

No pudo evitar sonreír, así que bajó la mirada y negó.

—Todos tenemos malos días.

—Pero no es nuestra culpa.

—Tú eres una mierda con quien sea que hablas—Harry asintió.

—Cierto.

Frenaron frente la puerta donde tallado en una placa plateada se leía «cuarto de registros». Igual como la entrada a la estación, Harry abrió la puerta a ambos. Encontraron varias personas en computadoras, estantes altos llenos de cajones y papeles, tablas con fotos de criminales en investigación y un agradable olor a café inundaba el lugar.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles?

Los detectives miraron al hombre que continuaba absorto en la pantalla, tenía papeles a su alrededor y fotografías de unos gemelos vestidos de policías, su zona era impecable, organizada, pero restante de emoción, aburrida. Hetero, pensó Louis. Frente suyo yacía una placa dorada, grabada «Julio Krane». Era un señor ya de 50 tal vez 40 años, su cabello era castaño claro con algunas canas visibles, cara afeitada y delgada de cejas pobladas.

—Somos Louis William y Harry Brown, estamos en un caso y necesitamos información sobre dos sospechosos que viven aquí en Worcester—Harry le extendió los documentos al hombre, quien dejó lo que hacía y dedicó a examinar a los detectives. Una sonrisa de lado se extendió en sus labios, casi con burla, resaltando unas arrugas por sus ojos.

—Harry Brown, ¿eh?

El nombrado frunció el ceño.—¿Perdón?

—El famoso novato de Stockbridge, quien con tan solo un simple caso le otorgaron el de los Mortem, el caso en el que yo estaba a cargo, me bajaron a compañero y fui expulsado sin explicación. Echado de un carro como un perro.

Entrecerró los ojos, se inclinó un poco como si buscara o intentara reconocer al hombre. De pronto, extendió los párpados y aparentó asombro.—Oh, ya. El detective que después de 10 años de carrera seguía siendo un inservible. Lo siento, no te pude reconocer. Creo que son las nuevas arrugas.

—Fue hace 4 años—escupió, furioso.

—Vaya, ¿en cuatro años cumpliste 20 años más?

—Veo que sigues siendo igual de inmaduro, criticando a los demás para sentirte superior. Vaya personalidad—lo miró de pies a cabeza, como si con ello Harry se disculparía con ojos de perrito y se iría con a cola entre las patas. En lugar, el detective se cruzó de brazos y alzó el mentón, lo acompañó una sonrisa arrogante.

M O R T E M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora